
Éxodo 6:9 “Moisés le dio a conocer esto a los israelitas, pero por su desánimo y las penurias de su esclavitud ellos no le hicieron caso”.
¿Te ha pasado? Yo debo confesarte que a mí sí, y con más frecuencia de lo que imaginas. Particularmente es una de las características de mi personalidad con las que tengo que luchar más a menudo. El desánimo es un enemigo real y fuerte. Sobre todo cuando te encuentras en esas etapas de la vida que todo a tu alrededor parece tornarse oscuro y sombrío, donde las circunstancias en las que te encuentras, constantemente te roban todo atisbo de esperanza.
Al leer este pasaje me siento profundamente identificada, a la vez que me da cierto dolor y vergüenza con mi Dios, con ese que me lo ha dado todo. Aquí vemos a un pueblo que recién había escuchado por boca de Moisés todo lo que Dios haría con ellos: los sacaría de Egipto, les daría esa libertad tan anhelada y necesaria. Sin embargo, ellos se encontraban tan enfocados en su sufrimiento, en el dolor actual por la presión de la esclavitud, que eran incapaces de escuchar las buenas noticias que Dios les estaba dando. Se les estaba hablando precisamente de la solución a esos problemas que los atormentaban. Pero ellos prefirieron seguir inmersos en su auto conmiseración en vez de cambiar la actitud y reverdecer las nuevas esperanzas.
Hoy quiero cambiar eso, quiero silenciar la voz de los problemas, del dolor, del sufrimiento, porque sé que concentrarme en ellos, solo alimentará mi queja y dejará débil y con hambre mi fe.
Hoy decido entregarle de una vez esa carga al Señor y quedarme en silencio.
Hoy quiero escuchar y alegrarme con sus buenas noticias.
Hoy dejaré de sufrir por mi esclavitud.
Hoy soñaré con ese plan de liberación que sé que El tiene para mí y me irá revelando según mi corazón se disponga a escucharlo.