
El alma también tiene hambre: la oración nos lleva a la fuente y nos recuerda que en Cristo estamos completos. La ansiedad nace cuando creemos que nos falta algo; al meditar su Palabra, la mente se ordena y el corazón descansa. Hoy apagamos el ruido, inclinamos el corazón y recibimos el pan y el agua que sostienen: así enfrentamos noticias, tareas y relaciones con paz, porque nuestra seguridad no depende de las circunstancias sino de su presencia.