
La sabiduría que sostiene la fe no nace de la lógica del mundo, sino de la cruz y del Espíritu. Este devocional llama a formar una convicción con sustancia: buscar a Dios en su Palabra, pensar con Él y vivir lo que creemos, para que, cuando pregunten por nuestra esperanza, respondamos con claridad, mansedumbre y respeto. No presumimos de títulos ni de elocuencia; apuntamos a Cristo. Una fe así resiste la presión, ordena el corazón y ofrece razones que no humillan, sino que invitan.