
Los Salmos son una escuela de oración: dan lenguaje para la alabanza y para el lamento, ponen verdad donde hay desorden interior y nos enseñan a hablar con Dios sin máscaras. Reúnen historia, poesía y símbolos de la vida diaria para formar el corazón, afinar la conciencia y orientar decisiones. Al orarlos, no repetimos fórmulas: aprendemos a pensar y sentir con Dios, a transmitir la fe de generación en generación y a ver la creación como testigo de su gloria.