
En este episodio de Desprogramándome me siento frente a alguien que ha sido mi primer espejo, mi primera amiga y también mi maestra: mi hermana.
Hablamos de identidad, resiliencia, maternidad, sueños, heridas y memorias de infancia que todavía nos acompañan.
No es solo una conversación entre hermanos, es una invitación a mirar hacia adentro, a honrar a la familia y abrir esos diálogos que sanan y nos recuerdan lo esencial: que más allá de las respuestas, lo importante es atrevernos a escuchar y compartir.
Un episodio íntimo, lleno de verdad, amor y complicidad, donde nos permitimos despeinarnos el alma para recordar que los vínculos reales son el mayor acto de sanación.