
La confrontación entre Irán e Israel ha dejado de ser una guerra indirecta para convertirse en un choque abierto, en el que se cruzan intereses estratégicos de las principales potencias globales. Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, Estados Unidos ha reactivado su política de “máxima presión” sobre Teherán, profundizando la tensión y cerrando toda salida diplomática viable. Esta escalada no solo pone en riesgo la estabilidad de Medio Oriente, sino que proyecta consecuencias globales inmediatas.
Mientras Irán acelera su programa nuclear y responde con ataques directos, Washington mantiene su alianza estratégica con Israel, al tiempo que China y Rusia entran al tablero con objetivos propios. Moscú refuerza su relación militar con Teherán y Beijing busca asegurar sus rutas energéticas clave. El resultado es una región que ha dejado de ser un conflicto periférico para convertirse en el centro de una partida geopolítica mayor.
En este capítulo analizamos por qué esta crisis no es solo un asunto de Medio Oriente, sino una pieza estructural del nuevo orden global. Y sobre todo, qué significa para América Latina en un mundo donde ya no hay conflictos lejanos.