
Es posible estar rodeados de la verdad y aún así no dejar que nos transforme. Podemos leer la Biblia todos los días, escuchar sermones inspiradores, incluso hablar de ella con otros… y, sin embargo, continuar con actitudes, hábitos y pensamientos que no reflejan a Cristo.
La Palabra es como un espejo. Te muestra quién eres y cómo estás. Pero si solo la escuchas y no haces nada, es como mirarte en un espejo, ver que tienes algo que arreglar… y salir igual, como si nada hubiera pasado.