
Los hijos duelen toda la vida
Hay dolores que no se explican. Que no se gritan. Que no se curan con terapia ni con abrazos. Son los que se alojan en el pecho como una piedra que no se mueve. Mis hijos me duelen así. Profundo, crudo, sin descanso.
Mis hijos son mi amor eterno, mi herida abierta, mi esperanza intacta. No quiero que repitan mi historia. No quiero que amen con miedo, que se callen por presión, que soporten lo que los rompe. Por eso escribo esto. Para que algún día, si deciden mirar, encuentren la otra parte del cuento. Y puedan entender que su madre no fue débil. Fue fuerte a su manera. Y que los amó incluso cuando tuvo que alejarse para sobrevivir.
mailto:vergaravanina@yahoo.com