
La cultura de la innovación tiene que surgir de una convicción: si trabajamos con gente que puede desplegar su creatividad, la empresa (el equipo) va a funcionar mejor y más innovadoramente. La clave es esta convicción.
¿Cómo hacemos para hacer que la gente despliegue su creatividad? Bueno, aceptamos idas que pueden estar equivocadas pero tal vez tengan aspectos interesantes, premiamos la iniciativa, dedicamos a repensar nuestros desafíos, armamos nuevas redes… Es decir, decidimos trabajar de forma diferente.
Eso es una cultura: un conjunto de convicciones, de formas de trabajar, de creencias, de valores… La cultura tiene mucho que ver con cómo se canalizan los entusiasmos. La creatividad y la innovación constituyen un capital que se va construyendo con el tiempo: invirtiendo, siendo fiel a determinados principios, tomando decisiones día a día y, sobre todo, animándonos a producir transformaciones valoradas por otros.