
Los problemas que vivimos en la infancia pueden influir en nuestra calidad de vida cuando seamos adultos.
Todos los daños emocionales que nosotros vivamos a lo largo de esta etapa van a ser cruciales para nuestro desarrollo emocional y cognitivo.
No depende tanto de la magnitud del suceso, sino del momento evolutivo en el que se haya dado y también de la protección, contención y apoyo que hayamos tenido. Esto último es parte del vínculo que establecemos con nuestros cuidadores cuando somos pequeños, conocido como apego.