Jesús tuvo varios hermanos, entre ellos, Santiago y Judas. Santiago es el más conocido porque se trataba de un líder prominente de la iglesia de Jerusalén (página Stg 1:0). Menos conocido es Judas, aunque también era claramente líder en la iglesia porque les escribió a creyentes con autoridad esta carta que lleva su nombre. No se sabe exactamente quiénes debían recibir la carta, aunque las referencias a ángeles, a la historia de Israel y a escritos específicos sugieren que fue dirigida a los judíos que creían en Jesús como su Mesías.
Pero el problema que ocasionó que escribiera la carta es bien evidente. Judas les advierte a sus lectores acerca de ciertos individuos que se han infiltrado entre ustedes, cuyas enseñanzas y ejemplo son una amenaza para la fe encomendada una vez por todas a los santos. Estos falsos maestros, fundamentados en supuestos sueños inspirados, desprecian la autoridad, contaminan sus propios cuerpos, participan en actos inmorales y rechazan la disciplina. Aunque dicen proclamar el mensaje de Dios, en realidad se dejan llevar por sus propios instintos, pues no tienen el Espíritu.
La respuesta de los creyentes debe ser la de una resistencia enérgica. Deben luchar vigorosamente por la fe, rechazando tanto la enseñanza como el ejemplo de estos hombres y purificando la comunidad. Tengan compasión de los que dudan —Judas los instruye—; a otros sálvenlos arrebatándolos del fuego. Compadézcanse de los demás, pero tengan cuidado. Les asegura que, al hacer estas cosas, pueden confiar en Dios su Salvador.
Pareciera que el apóstol Pedro recibió copia de la carta de Judas y entonces escribió una suya, parecida, para demostrar que Judas estaba presentando fielmente la enseñanza de los apóstoles del Señor Jesucristo (página Stg 1:0).
Judas
Aunque 2 Juan fue escrita para advertir a una comunidad de seguidores de Jesús de que no ofrecieran asistencia material a los falsos profetas, 3 Juan se escribió para tratar una situación opuesta: la de insistir en que una comunidad ofrezca una base de operaciones para los predicadores itinerantes que practican la verdad.
Juan le había enviado una carta a esta comunidad para presentar y recomendar a algunos individuos, pero Diótrefes, un líder de esa comunidad, se rehusó a hospedarlos. Se opuso a la autoridad de Juan al punto de expulsar a cualquiera que apoyara a las personas que este había enviado. Sin embargo, un hombre llamado Gayo acogió a estos predicadores en su propio hogar, permitiendo así que llevaran a cabo su misión.
Juan se enteró tanto de la resistencia de Diótrefes como de la lealtad de Gayo. En esta carta, Juan le envía a Gayo un mensaje de agradecimiento y aliento por medio de Demetrio, otro hombre que espera recibir apoyo. También promete ir pronto para poner en orden todos los asuntos.
La misma persona que escribió 1 Juan también tuvo que escribir a otras comunidades adonde los falsos maestros a los que él se oponía hubieran podido ir para dispersar sus ideas y prácticas. Una carta que escribió a otra comunidad se ha preservado para nosotros como 2 Juan. Su autor se dirige a la comunidad a la cual está escribiendo llamándola la elegida, y llama a sus miembros los que han conocido la verdad. Describe a los miembros de su propia comunidad como los miembros de la iglesia hermana. (Al parecer, esto era típico de los primeros seguidores de Jesús. Hay un saludo similar al final de 1 Pedro). El autor se identifica a sí mismo como un líder con el título de anciano.
Al parecer, algunas personas de esta comunidad habían venido a visitarlo y él se sentía complacido de saber que ellos estaban practicando la verdad, es decir, que estaban guardando las enseñanzas que habían escuchado desde el principio. Pero tuvo que advertirles a los miembros de la comunidad (probablemente enviándoles esta carta por medio de los que regresaban a su hogar) que no apoyaran a los falsos maestros de ninguna forma, pues quien le da la bienvenida se hace cómplice de sus malas obras. A pesar de su brevedad, esta carta abarca todos los temas que se desarrollan más extensamente en 1 Juan.
1Queridos hermanos, no crean a cualquiera que pretenda estar inspirado por el Espíritu,4:1 no crean … por el Espíritu. Lit. no crean a todo espíritu. sino sométanlo a prueba para ver si es de Dios, porque han salido por el mundo muchos falsos profetas. 2En esto pueden discernir quién tiene el Espíritu de Dios: todo profeta4:2 profeta. Lit. espíritu; también en v. 3. que reconoce que Jesucristo ha venido en cuerpo humano es de Dios; 3todo profeta que no reconoce a Jesús no es de Dios, sino del anticristo. Ustedes han oído que este viene; en efecto, ya está en el mundo.
4Ustedes, queridos hijos, son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo. 5Ellos son del mundo; por eso hablan desde el punto de vista del mundo, y el mundo los escucha. 6Nosotros somos de Dios, y todo el que conoce a Dios nos escucha; pero el que no es de Dios no nos escucha. Así distinguimos entre el Espíritu de la verdad y el espíritu del engaño.
1Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero, si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo. 2Él es el sacrificio por el perdón de2:2 el sacrificio por el perdón de. Lit. la propiciación por. nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino por los de todo el mundo.
3¿Cómo sabemos si hemos llegado a conocer a Dios? Si obedecemos sus mandamientos. 4El que afirma: «Lo conozco», pero no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no tiene la verdad. 5En cambio, el amor de Dios se manifiesta plenamente2:5 se manifiesta plenamente. Lit. se ha perfeccionado. en la vida del que obedece su palabra. De este modo sabemos que estamos unidos a él: 6el que afirma que permanece en él debe vivir como él vivió.
7Queridos hermanos, lo que les escribo no es un mandamiento nuevo, sino uno antiguo que han tenido desde el principio. Este mandamiento antiguo es el mensaje que ya oyeron. 8Por otra parte, lo que les escribo es un mandamiento nuevo, cuya verdad se manifiesta tanto en la vida de Cristo como en la de ustedes, porque la oscuridad se va desvaneciendo y ya brilla la luz verdadera.
9El que afirma que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. 10El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida2:10 en su vida. Alt. en la luz. que lo haga tropezar. 11Pero el que odia a su hermano está en la oscuridad y en ella vive, y no sabe a dónde va porque la oscuridad no lo deja ver.
12Les escribo a ustedes, queridos hijos,
porque sus pecados han sido perdonados por el nombre de Cristo.
13Les escribo a ustedes, padres,
porque han conocido al que es desde el principio.
Les escribo a ustedes, jóvenes,
porque han vencido al maligno.
Les he escrito a ustedes, queridos hijos,
porque han conocido al Padre.
14Les he escrito a ustedes, padres,
porque han conocido al que es desde el principio.
Les he escrito a ustedes, jóvenes,
porque son fuertes,
y la palabra de Dios permanece en ustedes,
y han vencido al maligno.
La carta conocida como 1 Juan fue enviada a un grupo de creyentes sumido en una situación preocupante. Muchos de la comunidad habían abandonado su fe original en Jesús como el Mesías. Esta situación se debía a que no podían conciliar la enseñanza de que Dios había venido a la tierra usando un cuerpo humano con la idea griega imperante de que la materia física es corrupta y solo el espíritu es bueno. Esta idea imperante también los llevó a la conclusión de que cualquier cosa que hicieran en sus cuerpos no tenía consecuencias espirituales; por lo tanto, se complacían en participar en actividades que les habían enseñado que eran pecaminosas. Además, mostraban poco interés en las necesidades de los demás.
A pesar de que negaban que Jesús había venido en la carne, a pesar de sus vidas inmorales y de su falta de amor práctico, afirmaban que sí pertenecían a Dios. Aseguraban que contaban con un recurso especial de percepción espiritual y que el resto del grupo no conocía la verdad como ellos la conocían. Mostraron su rechazo categórico de la enseñanza original sobre Jesús al dejar la comunidad de aquellos que aún se aferraban a ella. Los rezagados quedaron profundamente conmocionados, dudando acerca de todo lo que les habían enseñado.
Alguien allegado a este grupo de creyentes, que había sido testigo ocular de la vida y el ministerio de Jesús, les envió una carta para asegurarles que la verdadera realidad era la que ellos habían oído desde el principio. Este escritor no se identifica por nombre, pero lo más probable es que fuera el apóstol Juan. Algunas frases de su carta muestran gran similitud con las del libro de Juan. Por ejemplo: Así es como Dios mostró su amor para nosotros: en que envió a su Hijo Unigénito al mundo para que pudiéramos vivir en él.
La carta no se desarrolla de un modo sistemático o lógico, sino que más bien entreteje varios temas principales:
: testifica sobre la realidad de que el Hijo de Dios vino en la carne;
: advierte a los creyentes que no dejen que nadie los engañe;
: refuta las alegaciones de aquellos que se han apartado del grupo;
: asegura a los creyentes que tienen pleno acceso a la verdad;
: y enfatiza la vida pura y el cuidado práctico como señales que distinguen a aquellos que conocen genuinamente a Dios.
1En el pueblo judío hubo falsos profetas, y también entre ustedes habrá falsos maestros que encubiertamente introducirán herejías destructivas, al extremo de negar al mismo Señor que los rescató. Esto les traerá una pronta destrucción. 2Muchos los seguirán en sus prácticas vergonzosas, y por causa de ellos se difamará el camino de la verdad. 3Llevados por la avaricia, estos maestros los explotarán a ustedes con palabras engañosas. Desde hace mucho tiempo su condenación está preparada y su destrucción los acecha.
4Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, sino que los arrojó al abismo, metiéndolos en tenebrosas cavernas2:4 cavernas. Var. cadenas. y reservándolos para el juicio. 5Tampoco perdonó al mundo antiguo cuando mandó un diluvio sobre los impíos, aunque protegió a ocho personas, incluyendo a Noé, predicador de la justicia. 6Además, condenó a las ciudades de Sodoma y Gomorra, y las redujo a cenizas, poniéndolas como escarmiento para los impíos. 7Por otra parte, libró al justo Lot, que se hallaba abrumado por la vida desenfrenada de esos perversos, 8pues este justo, que convivía con ellos y amaba el bien, día tras día sentía que se le despedazaba el alma por las obras inicuas que veía y oía. 9Todo esto demuestra que el Señor sabe librar de la prueba a los que viven como Dios quiere, y reservar a los impíos para castigarlos en el día del juicio. 10Esto les espera sobre todo a los que siguen los corrompidos deseos de la naturaleza humana y desprecian la autoridad del Señor.
Aproximadamente en el año 65 d.C. el apóstol Pedro fue puesto en prisión por el emperador Nerón en Roma. Se dio cuenta de que pronto sería ejecutado. Por ser testigo ocular del ministerio de Jesús, decidió escribir otra carta a los creyentes a los que había escrito antes, asegurándoles que la enseñanza que habían recibido sobre Jesús era verdadera y exacta. Considero que tengo la obligación de refrescarles la memoria mientras viva en esta habitación pasajera que es mi cuerpo; —escribió— porque sé que dentro de poco tendré que abandonarlo, según me lo ha manifestado nuestro Señor Jesucristo. También me esforzaré con empeño para que aun después de mi partida ustedes puedan recordar estas cosas en todo tiempo.
Era particularmente importante que Pedro escribiera de nuevo a estos creyentes porque algunas personas habían estado diciéndoles que, en vista de que Jesús no había regresado ya, esa llegada no se podría esperar. (¿Qué hubo de esa promesa de su venida?). Debido a que no esperaban ningún juicio futuro, estos falsos maestros vivían vidas inmorales. Sus enseñanzas estaban socavando la fe y la confianza de muchos creyentes.
Viviendo el ejemplo de Cristo
1Por tanto, ya que Cristo sufrió en el cuerpo, asuman también ustedes la misma actitud; porque el que ha sufrido en el cuerpo ha roto con el pecado, 2para vivir el resto de su vida terrenal no satisfaciendo sus pasiones humanas, sino cumpliendo la voluntad de Dios. 3Pues ya basta con el tiempo que han desperdiciado haciendo lo que agrada a los incrédulos,4:3 incrédulos. Lit. gentiles. entregados al desenfreno, a las pasiones, a las borracheras, a las orgías, a las parrandas y a las idolatrías abominables. 4A ellos les parece extraño que ustedes ya no corran con ellos en ese mismo desbordamiento de inmoralidad, y por eso los insultan. 5Pero ellos tendrán que rendirle cuentas a aquel que está preparado para juzgar a los vivos y a los muertos. 6Por esto también se les predicó el evangelio aun a los muertos, para que, a pesar de haber sido juzgados según criterios humanos en lo que atañe al cuerpo, vivan conforme a Dios en lo que atañe al espíritu.4:6 en lo que atañe al espíritu. Alt. en el Espíritu.
7Ya se acerca el fin de todas las cosas. Así que, para orar bien, manténganse sobrios y con la mente despejada. 8Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados. 9Practiquen la hospitalidad entre ustedes sin quejarse. 10Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas. 11El que habla, hágalo como quien expresa las palabras mismas de Dios; el que presta algún servicio, hágalo como quien tiene el poder de Dios. Así Dios será en todo alabado por medio de Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
1Por lo tanto, abandonando toda maldad y todo engaño, hipocresía, envidias y toda calumnia, 2deseen con ansias la leche pura de la palabra,2:2 leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación, 3ahora que han probado lo bueno que es el Señor.
La piedra viva y su pueblo escogido
4Cristo es la piedra viva, rechazada por los seres humanos, pero escogida y preciosa ante Dios. Al acercarse a él, 5también ustedes son como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual. De este modo llegan a ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por medio de Jesucristo. 6Así dice la Escritura:
«Miren que pongo en Sión
una piedra principal escogida y preciosa,
y el que confíe en ella
no será jamás defraudado».2:6 Is 28:16
7Para ustedes los creyentes, esta piedra es preciosa; pero para los incrédulos,
«la piedra que desecharon los constructores
ha llegado a ser la piedra angular»,2:7 Sal 118:22
8y también:
«una piedra de tropiezo
y una roca que hace caer».2:8 Is 8:14
Tropiezan al desobedecer la palabra, para lo cual estaban destinados.
9Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. 10Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido.
11Queridos hermanos, les ruego como a extranjeros y peregrinos en este mundo que se aparten de los deseos pecaminosos2:11 pecaminosos. Lit. carnales. que combaten contra la vida. 12Mantengan entre los incrédulos2:12 incrédulos. Lit. gentiles. una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación.
En los años finales de su vida y ministerio, a principios del año 60 d.C., el apóstol Pedro era el líder de la iglesia de Roma. Desde allí continuó animando y retando a los creyentes de todas partes del imperio. Pedro se enteró de que las comunidades de los seguidores de Jesús en las provincias romanas de Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia (las cuales están ubicadas en lo que hoy es Turquía) estaban enfrentando persecución. Escribió para instarles a que se mantuvieran fieles a Jesús y a vivir vidas santas, para mostrar a sus oponentes que en realidad eran irreprochables.
Pedro comienza con saludos introductorios y luego escribe una extensa bendición sobre Dios. La resurrección de Jesús ha traído a los creyentes una herencia que está reservada en el cielo para ustedes. Pedro les dice que esa es la gracia que se les dará cuando se revele Jesucristo, cuando Dios reúna el cielo con la tierra. Luego de esta declaración tan profunda de la esperanza cristiana, la carta de Pedro se divide en tres secciones:
: Primero les dice a sus lectores que sean santos en todo lo que hagan. Les recuerda que al igual que los gentiles, ellos alguna vez vivieron en la ignorancia (no conocían los caminos de Dios). Pero ahora son una nación santa, parte del propio pueblo de Dios, llamados a ejercer un nuevo estilo de vida. Pedro usa aquí un lenguaje y unas imágenes sacadas de la descripción del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Este nuevo estilo de vida, Pedro insiste, se debe practicar específicamente en su comunidad, en sus relaciones los unos con los otros.
: Luego, Pedro describe un efecto que produce este estilo de vida: causará un impacto en aquellos que los acusarían y perseguirían sin una causa justa. Mantengan entre los incrédulos —escribe— una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación. Una vez más Pedro enseña que esto se debe alcanzar en la práctica, en el mundo de las relaciones entre los seres humanos.
: Por último, Pedro llega directamente al punto de lo que se propone escribir. Reconoce que sus líderes están sufriendo por causa de su fe, pero explica que no hay otra cosa que esperar: no se extrañen del fuego de la prueba que están soportando, como si fuera algo insólito. El propio Mesías sufrió, y los que creen en él en todo el mundo están pasando por el mismo tipo de sufrimiento; así pues, deben sobrellevarlo con paciencia y fe. Incluso Pedro les puede decir que se alegren de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también sea inmensa su alegría cuando se revele la gloria de Cristo.
La carta de Pedro la entregó Silas, un hombre que también trabajó con el apóstol Pablo (páginas Hch 15:22—17:15). Pedro presenta a Silas en su carta y explica que este lo ayudó a escribirla. Cuando Silas visitó cada una de las comunidades a las que la carta iba dirigida, les comunicó el mensaje que Pedro y él reconocían que necesitaban: los seguidores de Jesús esperan ese día en que Dios los visitará y, aun en medio del sufrimiento, pueden vivir de un modo que muestre que ellos le pertenecen a Dios.
1¿De dónde surgen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que luchan dentro de ustedes mismos?4:1 luchan … mismos. Lit. hacen guerra en sus miembros. 2Desean algo y no lo consiguen. Matan y sienten envidia, y no pueden obtener lo que quieren. Riñen y se hacen la guerra. No tienen, porque no piden. 3Y, cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones.
4¡Oh gente adúltera! ¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Si alguien quiere ser amigo del mundo se vuelve enemigo de Dios. 5¿O creen que la Escritura dice en vano que Dios ama celosamente al espíritu que hizo morar en nosotros?4:5 Dios … nosotros. Alt. el espíritu que él hizo morar en nosotros envidia intensamente, o el Espíritu que él hizo morar en nosotros ama celosamente. 6Pero él nos da mayor ayuda con su gracia. Por eso dice la Escritura:
«Dios se opone a los orgullosos,
pero da gracia a los humildes».4:6 Pr 3:34
7Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes. 8Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón! 9Reconozcan sus miserias, lloren y laméntense. Que su risa se convierta en llanto, y su alegría en tristeza. 10Humíllense delante del Señor, y él los exaltará.
11Hermanos, no hablen mal unos de otros. Si alguien habla mal de su hermano, o lo juzga, habla mal de la ley y la juzga. Y, si juzgas la ley, ya no eres cumplidor de la ley, sino su juez. 12No hay más que un solo legislador y juez, aquel que puede salvar y destruir. Tú, en cambio, ¿quién eres para juzgar a tu prójimo?
1Hermanos míos, la fe que tienen en nuestro glorioso Señor Jesucristo no debe dar lugar a favoritismos. 2Supongamos que en el lugar donde se reúnen entra un hombre con anillo de oro y ropa elegante, y entra también un pobre desharrapado. 3Si atienden bien al que lleva ropa elegante y le dicen: «Siéntese usted aquí, en este lugar cómodo», pero al pobre le dicen: «Quédate ahí de pie» o «Siéntate en el suelo, a mis pies», 4¿acaso no hacen discriminación entre ustedes, juzgando con malas intenciones?
5Escuchen, mis queridos hermanos: ¿No ha escogido Dios a los que son pobres según el mundo para que sean ricos en la fe y hereden el reino que prometió a quienes lo aman? 6¡Pero ustedes han menospreciado al pobre! ¿No son los ricos quienes los explotan a ustedes y los arrastran ante los tribunales? 7¿No son ellos los que blasfeman el buen nombre de aquel a quien ustedes pertenecen?
8Hacen muy bien si de veras cumplen la ley suprema de la Escritura: «Ama a tu prójimo como a ti mismo»;2:8 Lv 19:18 9pero, si muestran algún favoritismo, pecan y son culpables, pues la misma ley los acusa de ser transgresores. 10Porque el que cumple con toda la ley, pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla quebrantado toda. 11Pues el que dijo: «No cometas adulterio»,2:11 Éx 20:14; Dt 5:18 también dijo: «No mates».2:11 Éx 20:13; Dt 5:17 Si no cometes adulterio, pero matas, ya has violado la ley.
12Hablen y pórtense como quienes han de ser juzgados por la ley que nos da libertad, 13porque habrá un juicio sin compasión para el que actúe sin compasión. ¡La compasión triunfa en el juicio!
Santiago
Jesús tuvo varios hermanos, uno de ellos llamado Santiago. Tras la muerte y la resurrección de Jesús, Santiago llegó a ser uno de los líderes más importantes de la comunidad de los seguidores de Jesús en Jerusalén. Santiago era respetado por el consejo que daba y por ayudar a la comunidad a tomar sabias decisiones (véase, por ejemplo, las páginas Hch 15:1-29). Más tarde en su vida, decidió escribir algunas de sus mejores enseñanzas y consejos y enviarlas a otros judíos creyentes en Jesús que estaban diseminados por todo el Imperio romano. Lo que les escribió llegó a conocerse como el libro de Santiago.
Este libro comienza como una carta porque se está enviando a personas distantes. Pero en realidad no es muy parecida a otras cartas de su tiempo. Más bien se trata de una colección de dichos cortos, tal vez algunos que Santiago había repetido con frecuencia al aconsejar a las personas. También incluye reflelxiones ligeramente más extensas de temas prácticos. Estas reflexiones pueden haberse tomado de sermones que Santiago ya había predicad, porque se usan las mismas técnicas empleadas por oradores de ese entonces.
Por ejemplo, a veces Santiago anticipa alguna pregunta que alguien podría hacer y la responde. O él mismo hace una pregunta a su audiencia, para luego responderla basada en la manera en que, según él, podrían haber respondido. También, a diferencia de la mayoría de las cartas, este libro no trata los temas en un orden lógico o en secuencia. En su lugar, entreteje varios temas al traer a colación asuntos, que deja a un lado para luego retomarlos. El estilo conversacional, los dichos cortos y concisos y el entrelazamiento de temas, todos ellos hacen que este libro sea similar a los escritos sabios de los libros de Proverbios y Eclesiastés.
Al igual que esos libros de sabiduría, el libro de Santiago se concentra primordialmente en asuntos del diario vivir en la buena creación de Dios. Cuando Santiago habla directamente sobre lo que significa ser sabio, explica que la sabiduría se demuestra en la conducta práctica: la sabiduría que desciende del cielo es ante todo pura, y además pacífica, bondadosa, dócil, llena de compasión y de buenos frutos, imparcial y sincera.
Los asuntos prácticos que él considera incluye el cuidado de los pobres, el uso responsable de la riqueza, el control de la lengua, la pureza de la vida, la unidad dentro de la comunidad de los seguidores de Jesús y, sobre todo, la paciencia y la resistencia durante los tiempos de prueba. Podemos ver que las personas a quienes Santiago escribió enfrentaban muchos retos en su búsqueda de la práctica de la religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre. Al enfrentarnos hoy a retos similares, su sabiduría divina permanece tan valiosa como lo fuera cuando por primera vez la impartió siglos atrás, y nos orienta acerca de llevar vidas completamente humanas.
1Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, 2puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
3Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. 4Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; 5y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo:
Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,
Ni desmayes cuando eres reprendido por él;
6Porque el Señor al que ama, disciplina,
Y azota a todo el que recibe por hijo.Job 5.17; Pr. 3.11-12.
7Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? 8Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. 9Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? 10Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero este para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. 11Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.
1Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. 2De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. 3Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; 4porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. 5Por lo cual, entrando en el mundo dice:
Sacrificio y ofrenda no quisiste;
Mas me preparaste cuerpo.
6Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron.
7Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para
hacer tu voluntad,
Como en el rollo del libro está escrito de mí.Sal. 40.6-8.
8Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), 9y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. 10En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.
11Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados;Ex. 29.38. 12pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, 13de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies;Sal. 110.1. 14porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. 15Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho:
16Este es el pacto que haré con ellos
Después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en sus corazones,
Y en sus mentes las escribiré,Jer. 31.33.
17añade:
Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones.Jer. 31.34.
18Pues donde hay remisión de estos, no hay más ofrenda por el pecado.
19Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, 20por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, 21y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, 22acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazonesLv. 8.30. de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.Lv. 8.6. 23Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. 24Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; 25no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
1Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos,Sal. 110.1. 2ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre. 3Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también este tenga algo que ofrecer. 4Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley; 5los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte.Ex. 25.40. 6Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. 7Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo.
8Porque reprendiéndolos dice:
He aquí vienen días, dice el Señor,
En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto;
9No como el pacto que hice con sus padres
El día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto;
Porque ellos no permanecieron en mi pacto,
Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor.
10Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel
Después de aquellos días, dice el Señor:
Pondré mis leyes en la mente de ellos,
Y sobre su corazón las escribiré;
Y seré a ellos por Dios,
Y ellos me serán a mí por pueblo;
11Y ninguno enseñará a su prójimo,
Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor;
Porque todos me conocerán,
Desde el menor hasta el mayor de ellos.
12Porque seré propicio a sus injusticias,
Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.Jer. 31.31-34.
13Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer.
1Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, 2de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. 3Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite. 4Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. 7Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; 8pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida,Gn. 3.17-18. y su fin es el ser quemada.
9Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así. 10Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. 11Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, 12a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.
13Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, 14diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente.Gn. 22.16-17. 15Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa. 16Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación. 17Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; 18para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. 19La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo,Lv. 16.2. 20donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.
1Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. 2Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. 3Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo:
Por tanto, juré en mi ira,
No entrarán en mi reposo;Sal. 95.11.
aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo. 4Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día.Gn. 2.2. 5Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo.Sal. 95.11. 6Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia, 7otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo:
Si oyereis hoy su voz,
No endurezcáis vuestros corazones.Sal. 95.7-8.
8Porque si Josué les hubiera dado el reposo,Dt. 31.7; Jos. 22.4. no hablaría después de otro día. 9Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. 10Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.Gn. 2.2.
11Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. 12Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
1Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. 2Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, 3¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, 4testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad.