
Espectáculos espirituales refleja una realidad en la que muchos han cambiado la esencia del servicio por la apariencia. Cuando la búsqueda de reconocimiento sustituye la intimidad con Dios, la adoración pierde su pureza y el mensaje su poder. No fuimos llamados a impresionar, sino a transformar a través de la verdad y el amor. El ministerio no es un escenario, sino un altar donde Cristo debe ser exaltado por encima de todo. Es tiempo de volver a la autenticidad, dejando a un lado lo superficial y permitiendo que el Espíritu Santo sea el verdadero protagonista.