
Vivimos tan atrapados en el ritmo frenético de cada día que, sin darnos cuenta, caemos en la carrera de alcanzar lo que el mundo dice que vale la pena. Pero fuimos llamados a algo más grande. No somos de aquí. Somos Residentes Temporales, y cuando recordamos eso, todo cambia: la forma en que caminamos, en que soñamos, en que esperamos. Porque no fuimos hechos para este mundo, sino para una patria eterna que nos da razones para vivir con fe.