Te di tanto de mí que llegué a desconocerme, te entregué cada segundo, cada aliento, vacié mis sentimientos y los puse en tu mano, puse mi vida antes que la tuya y di, sin pedir a cambio nada; un día quedé sin ti, pero también sin mí, y cuando al fin me vi al espejo no sabía a quién veía. Perdono la manera en la que te fue fácil vaciar un corazón, perdono tu falta de empatía y voltearte cuando la tormenta me arrastró, perdono tu incoherencia, esa que hacía que la impotencia reventara mis labios, te perdono cada falta de agradecimiento por tantos detalles; y me perdono, me perdono, por dejar de vivir para mí. Me perdono por no valorarme, me perdono por fallarme y menospreciarme, me perdono por callar hasta que me reventara la garganta, y haber sido tan cobarde cuando nací más valiente cuál soldado; porque, es verdad que el amor enbrutece pero estoy sin culpa porque di todo de mí, porque no hay un sentimiento en mí que duela porque cuando uno ama limpiamente entrega el alma; y no seré yo quién se arrepienta cada vez que recuerde que sólo una persona me amó de verdad.