Me enamoré de ella, sabiendo que yo no tengo cordura, que no sé manejar las cosas a la ligera, y que, cuando entrego, lo hago exageradamente. Me enamoré, aun con todo en contra, porque ni su viento ni el mío llevaban el mismo norte, y nuestras brújulas no se encontraban ni por casualidad. Me enamoré corriendo todos los riesgos, porque el peligro está en cada parte, y quién soy yo para limitar mi espíritu aventurero. Ni siquiera recuerdo en cuál momento fue, si cuando esperaba sus mensajes para sonreír, o cuando al despedirme sentí que no quería hacerlo más. Nunca alguien le había dado tanto color a mis espacios, ella supo rellenar todos con su aroma; me cuesta conciliar mi sueño si no es sintiendo su calor, si no es tocando una fracción de su piel que empata con la mía. Recorrer cada parte de su cuerpo es más que adicción, lo considero el más hilarante de los vicios. No sé cuándo, pero, he construido mil planes de mi futuro a su lado, en algunos tenemos un par de perros y un gran jardín, en otros, hay cuatro niños sonriendo por toda la casa, pero en todos, me veo feliz y con ella. Puede que nadie lo haya logrado antes, y es que, si en el amor existe un núcleo, juro que ha sido ella quién lo ha explotado, porque, estoy que derramo miel desde su presencia, y me hago en cada vida tomando su mano. Si tan solo creyera todas mis palabras, si tan solo sintiera un poco de lo que logra habitar en mí, yo estoy consciente de que me abrazaría tanto, me llenaría de besos, sin decir palabra alguna se quedaría en mi pecho y no se iría nunca de mi lado.