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La crucifixión
Justo antes de la crucifixión
Hola y bienvenido a tu podcast Urantia en audio.
Para el escrito de hoy he decidido no hacer el resumen acostumbrado, porque me parece importante queaquellos que de verdad escuchan el podcast pongan atención a la narración de estas las últimas horas de Jesús.
En el escrito 184, Jesús es arrestado y presentado ante las autoridades judías. Anás lo retiene primero para convocar de manera ilegal al Sanedrín, mientras Pedro lo sigue a distancia y acaba negándolo tres veces.
Ante Anás y, luego, ante Caifás y un grupo selecto de sanedritas, se presentan testigos falsos que lo acusan de blasfemia y sedición. Jesús, en medio de insultos y agresiones, solo habla para confirmar que es el Hijo de Dios. Tras este juicio irregular, lo llevan ante Pilato buscando la aprobación romana para su ejecución. Incluso en estas circunstancias, el Maestro mantiene una dignidad y un amor inquebrantables.
En el escrito 183 se explica entre otras cosas que, aunque Jesús sufrió cruelmente en sus últimas horas en la Tierra, estos actos de violencia e injusticia no formaban parte de la voluntad divina de Dios. Si bien era voluntad del Padre que Jesús viviera una experiencia humana completa, desde su nacimiento hasta su muerte, Dios no fue responsable de la brutalidad ejercida por los soldados, líderes religiosos y demás personas que lo maltrataron.
Jesús, en su entrega total a la voluntad divina, aceptó morir de forma natural, sin recurrir a ningún poder especial para evitar su destino. Su sacrificio no fue causado ni por el Padre celestial ni por fuerzas demoníacas, sino por la maldad de los hombres. A pesar de esto, Jesús se mantuvo fiel a su propósito, demostrando su compromiso con Dios hasta el final.
El texto también enfatiza que la crucifixión no fue un mandato divino, sino el resultado de una conspiración humana impulsada por el odio y la ignorancia. Incluso el "padre delpecado" (Satanás) quedó horrorizado ante la brutalidad del sufrimiento de Jesús. En conclusión, Jesús cumplió la voluntad del Padre al vivir y morir como cualquier mortal, pero el dolor y la humillación que sufrió fueron únicamente producto de la perversidad humana.
El Escrito 182 describe los sucesos previos al arresto de Jesús en Getsemaní. Él ora intensamente y muestra una profunda angustia mientras acepta la voluntad del Padre de enfrentar la muerte. La traición de Judas y la inminente separación de sus apóstoles oprimen su corazón, pero aun así ruega por la unidad y la protección de sus seguidores. Su humanidad se manifiesta en el cansancio y el dolor ante la aparente derrota, pero recuerda momentos de paz en Nazaret y Galilea, lo cual lo fortalece para encarar con serenidad el momento de su entrega.
El Escrito 181 presenta las amonestaciones y advertencias finales de Jesús a sus apóstoles antes de su partida. Después de su discurso de despedida, Jesús comparte momentos íntimos con los once apóstoles, recordándoles experiencias vividas juntos y dándoles palabras de consuelo. Les promete que, aunque se irá, su espíritu estará presente en cada uno de ellos, guiándolos y consolándolos en su misión de difundir el evangelio.
Jesús destaca la importancia de la paz interior que proviene de la fe en Dios, diferenciándola de la paz mundana basada en la esperanza o el estoicismo. Además, da consejos personalizados a cada apóstol, reconociendo sus fortalezas y debilidades, alentándolos a mantener la fe y la unidad incluso ante las tribulaciones que enfrentarán tras su partida.
Se enfatiza la importancia del amor fraternal, la humildad y la dedicación al servicio de Dios, animándolos a confiar en la guía del Espíritu de la Verdad. Finalmente, Jesús concluye su mensaje con una oración y se dirige con ellos hacia el Monte de los Olivos.
En este escrito, Jesús se despide de Sus apóstoles durante la noche posterior a la Última Cena y anuncia que pronto regresará al Padre. Mientras les revela que atravesarán tiempos difíciles y que no gozarán más del favor de las multitudes, los anima a amarse mutuamente “como Yo os he amado” y a unirse con el amor más sublime, lejos de la antigua idea de sacrificio. El Maestro insiste en que no los dejará solos, sino que enviará al nuevo maestro, el Espíritu de la Verdad, una presencia viva que no se limita a doctrinas ni credos, sino que expande y profundiza la comprensión espiritual en cada persona y generación.
Este Espíritu de la Verdad, promete Jesús, guiará a Sus seguidores a la esencia de Su enseñanza y los capacitará para interpretar las realidades más elevadas de la vida en el reino de los cielos. Con frecuencia, los apóstoles no logran entender del todo Sus palabras por aferrarse a la esperanza de un triunfo material, pero el Maestro enfatiza la transformación interior que aporta el contacto con esta verdad viva. Enseña también que la regla de oro no puede aplicarse literalmente sin el discernimiento que proviene del Espíritu, que hace posible amar como Él amó y vivir en armonía con la voluntad de Dios, incluso cuando deba partir y ya no puedan verlo en la carne.
El escrito 179 describe cómo Jesús, consciente de su inminente detención, adelanta un día la tradicional cena de Pascua y la celebra en una habitación superior preparada con discreción.
Se relata la perplejidad de los apóstoles ante esta anticipación y la ausencia del cordero pascual, algo habitual cuando Jesús era el anfitrión. A lo largo del encuentro, surge una disputa por los puestos de honor, ante lo cual el Maestro se quita el manto y, en un gesto inesperado, lava los pies de los apóstoles para enseñarles humildad y servicio fraterno.
Judas, que ya ha decidido traicionarlo, recibe incluso de manos de Jesús el pan mojado en el plato, y tras ser descubierto, con discreción abandona la sala para consumar su traición. Es en este contexto que Jesús instituye la “Cena del Recuerdo”, en la que el pan y el vino simbolizan su vida y la nueva verdad que trae: un acto destinado a recordarlo sin recurrir a ofrendas de sangre y a unir a todos en una profunda comunión espiritual.
Jesús pasa su último día de libertad terrenal en compañía de sus apóstoles y de un grupo de discípulos leales, enseñándoles sobre la diferencia entre el reino espiritual de los hijos de Dios y los reinos de este mundo.
Su mensaje insiste en que, al ser el reino una fraternidad espiritual, no puede promoverse mediante la fuerza física ni por medio del poder civil.
Recomienda a sus seguidores obedecer las leyes terrenales en todo lo que no interfiera con su fidelidad espiritual, reservando la adoración solo para Dios.
Jesús describe cómo la fe y la guía del Espíritu de la Verdad deben impulsar el servicio sincero, recordándoles que su evangelio es una “semilla viva” que exige ser difundida con amor y sabiduría.
Hace ver que vendrán dificultades, persecuciones e incluso la muerte por causa de su mensaje, pero que, a largo plazo, el mundo se iluminará con la verdad y la religión quedará separada de la política.
Para la última cena, da instrucciones secretas a fin de no frustrar el plan divino, mientras Judas conspira en silencio para entregarlo.
En el escrito 177, Jesús decide pasar el día en soledad en las colinas de Judea, acompañado únicamente por Juan Marcos. En su conversación, Jesús alienta a Juan a continuar su labor como mensajero del reino y le comparte profundas enseñanzas sobre la importancia de un hogar lleno de amor y sabiduría.
Judas Iscariote, desilusionado y ansioso por obtener honor y reconocimiento, trama la traición de Jesús. Motivado por el egoísmo y el resentimiento, Judas se alía con los sumos sacerdotes para arrestar a Jesús, convencido de que esto le traerá gloria personal. Su traición se presenta como un acto egoísta, impulsado por su incapacidad para desarrollar una relación leal y amorosa con Jesús.
En la noche del miércoles, el campamento está cargado de tensión y ansiedad ante los eventos inminentes. Jesús advierte a sus apóstoles sobre la superficialidad de la fe de las multitudes y les exhorta a fortalecer su espíritu para enfrentar las dificultades futuras. La atmósfera refleja el creciente aislamiento y el temor ante la próxima persecución, culminando en un momento de convivencia antes de la trágica jornada del viernes.
El escrito 176 detalla la enseñanza de Jesús a sus discípulos durante una tarde en el Monte de los Olivos, donde abordó la futura destrucción del templo de Jerusalén, su promesa de regresar al mundo y el propósito del reino celestial. Jesús enfatizó que su reino no es material sino espiritual, exhortando a sus seguidores a enfocarse en la fe y el servicio amoroso, en lugar de preocuparse por eventos catastróficos. Prometió regresar personalmente algún día, aunque advirtió que los tiempos y modos de su regreso son desconocidos incluso para los ángeles.
También destacó la importancia de la fidelidad en los dones espirituales y materiales, utilizando la parábola de los talentos para enseñar que los creyentes deben crecer en la gracia y producir frutos espirituales. Finalmente, Jesús aseguró a sus discípulos que, aunque dejaría este mundo, el Espíritu de la Verdad los guiaría hasta su regreso, un evento que ocurrirá en el momento y contexto determinados por el Padre, exhortándolos a estar siempre preparados.
En un martes por la tarde, Jesús pronunció su último discurso público en el templo de Jerusalén, haciendo un llamado final al pueblo judío y una severa acusación contra los escribas, fariseos, saduceos y líderes religiosos que buscaban destruirlo. A pesar de sus enseñanzas sobre el amor del Padre y las obras maravillosas realizadas, estos líderes se negaron a aceptar su mensaje y persistieron en su rechazo.
Jesús enfatizó que, aunque los líderes lo rechazaban, aún había esperanza para aquellos que buscaran a Dios sinceramente.
Tambien dijo que, aunque la nación judía como entidad rechazó a Jesús, esto no afecta la relación individual de los judíos con Dios. Se hace un llamado a los seguidores de Jesús a no desarrollar prejuicios ni perseguir injustamente a los judíos, recordando que muchos de ellos aceptaron el evangelio y sufrieron por su fe. La salvación y el amor de Dios están disponibles tanto para judíos como para gentiles.
Esa misma noche, el Sanedrín se reunió y decretó oficialmente la muerte de Jesús y Lázaro, planeando arrestarlo en secreto antes de la medianoche del jueves. Este acto representó el rechazo final de la nación judía hacia Jesús y marcó el fin del pacto divino con Israel.
Judas Iscariote, después de escuchar la denuncia de Jesús contra los líderes religiosos, decidió abandonar el movimiento y traicionar a Jesús.
Los saduceos y fariseos tenían diferentes razones para querer la muerte de Jesús, desde temores políticos hasta acusaciones de blasfemia. El Sanedrín planeó reunirse nuevamente para formular los cargos contra él.
El escrito 174 relata los eventos del martes antes de la crucifixión de Jesús. Jesús se despide de Lázaro, Simón y el cuerpo de mujeres que lo acompañaban, dando enseñanzas y despedidas finales a sus apóstoles. Les brindó consejos personales, preparándolos para los tiempos difíciles que se aproximaban.
Enseñó sobre el perdón, explicando a Pedro y Santiago que Dios siempre perdona, porque su comprensión y amor son infinitos.
Durante el día, los líderes religiosos intentaron atrapar a Jesús con preguntas complicadas sobre el tributo a César y la resurrección. Jesús respondió con sabiduría, silenciando a los fariseos y saduceos. También destacó la importancia de los dos grandes mandamientos: amar a Dios y al prójimo.
Además, un grupo de griegos buscó a Jesús, simbolizando la extensión de su mensaje más allá de los judíos. Finalmente, Jesús habló sobre su muerte inminente y la importancia de seguir su luz antes de que fuera apartado de ellos.
Este día resaltó la preparación espiritual de los apóstoles y el significado universal de su mensaje.
El Escrito 173 narra los eventos ocurridos durante el lunes previo a la crucifixión de Jesús. El día comienza con Jesús y sus apóstoles saliendo de Betania hacia Jerusalén, donde Jesús realiza la purificación del templo, expulsando a los comerciantes y cambiadores de dinero. Este acto sorprende a sus apóstoles y enciende el temor de las autoridades religiosas, quienes planean su arresto. Jesús enseña en el templo, respondiendo a los desafíos de los fariseos y saduceos con parábolas, como la del padre y sus dos hijos y la del banquete de bodas, en las que critica la hipocresía de los líderes religiosos. A pesar de la creciente tensión, Jesús sigue enseñando sobre el reino de los cielos. Al final del día, los apóstoles, conscientes de la gravedad de los acontecimientos, sienten una mezcla de esperanza, incertidumbre y temor ante lo que está por venir.
