El cuerpo es débil. Lo descuidamos porque lo desconocemos. En él se resguarda gran parte de lo que el tiempo hace con nosotros, por eso, antes de arremeter, primero se pasa por el cuerpo, solo así empezamos a entender la voluntad del alma. Darnos tiempo para conocer nuestro cuerpo debería ir más allá de los ratos en que se inunda de malestares, a fin de cuentas, es el espacio que nos tocó habitar.