El cultivo de la compasión involucra entrenar a nuestra mente, desarrollando habilidades relacionadas con la forma de relacionamos con los demás y con nosotros mismos. El estrés y la presión social pueden dificultar la expresión completa de esta capacidad. Las personas compasivas tienen conciencia de la naturaleza de las cosas, de las dificultades de la vida y tienen valor y coraje para afrontar situaciones difíciles. Muestran confianza en el ser humano y empatía. La compasión se nutre de afecto, de aceptación y de responsabilidad, pues también se trata de tener el verdadero deseo de ser útil. Estas aptitudes pueden entrenarse a través de la meditación basada en el amor. Mientras que la meditación consciente enfoca la atención en el momento presente con la mente abierta, la meditación basada en el amor implica dirigir la atención hacia sentimientos de calidez y ternura desde un corazón abierto. En este tipo de prácticas se pide extender sentimientos cálidos hacia uno mismo y hacia un círculo de personas. Las prácticas basadas en compasión o en el amor, son un complemento perfecto para las de atención plena. Tal y como señala M. Ricard, “una mente en calma no es garantía del comportamiento ético, por lo que es necesario que una motivación amable y compasiva también esté presente en la práctica de la atención plena”. Espero, de corazón, que disfrutéis de este episodio, breve pero cargado de intensidad, tanto como yo.
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