La desaparición del padre Gallego llega a su fin. Segunda parte del episodio final.

La desaparición del padre Gallego llega a su fin. Primera parte del episodio final.

Tras dos décadas de impunidad en el crimen del padre Gallego, el caso se reactivó a nivel judicial. Pero el proceso dejaría nuevas dudas y pocas respuestas.

La desaparición del cura Héctor Gallego arrastró a su familia a un torbellino de caos. Fisuras internas, desequilibrios emocionales, sueños rotos y más parientes muertos: parte del saldo que le dejó a los Gallego la ausencia del sacerdote.

En el episodio 8 de esta serie exploramos las secuelas familiares que trajo consigo la desaparición del cura en Panamá.

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La desaparición del padre Gallego situó a la iglesia y al gobierno panameño en orillas antagónicas. Entre los rumores de que el cura estaba malherido y custodiado por los militares, algunos compañeros suyos estaban dispuestos a tomarse los cuarteles.

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El padre Héctor Gallego parecía ser consciente de que su suerte estaba echada. Mientras tanto, los campesinos de Santa Fe notaban la extraña presencia de unos policías que seguían de cerca los pasos del sacerdote.

Tres semanas antes de la desaparición del padre Héctor Gallego, el rancho donde dormía fue incendiado. El sacerdote salió ileso del ataque. Sin embargo, presentía que sus días estaban contados.

El general Omar Torrijos mantuvo una posición ambivalente frente al padre Héctor Gallego. Al mismo tiempo que le ofreció el respaldo del gobierno en su labor religiosa, de otra parte lo consideraba una presencia incómoda y llegó a presionar al clero panameño para que fuera trasladado hacia otra parroquia.

Habituados a la tradicional compraventa de votos, pero cansados también de los repetidos engaños de los políticos, los habitantes de un pueblo de Panamá tomaron una decisión radical: no votar en las próximas elecciones si es que para entonces no se pavimentaba la carretera que los conectaba con la capital de la provincia. Detrás de la campaña abstencionista estaban dos sacerdotes, el padre Héctor Gallego y Alejandro Vásquez Pinto. Por iniciativas de este tipo, los religiosos se ganaron la animadversión de la dirigencia local y se convirtieron en blanco de hostigamientos, ataques físicos y presiones económicas.

Por una parte, el desespero de unos gamonales que veían amenazada su hegemonía económica,  y de otra parte, el empeño de un cura por sacar a los campesinos más pobres del atolladero, tenían al pueblo de Santa Fe al borde de la confrontación violenta. En el tercero episodio de La desaparición del padre Gallego le hacemos zoom a esa época de encendida crispación social.

En 1967, un pueblo de Panamá habitado mayoritariamente por campesinos recibió como una gran novedad los métodos poco ortodoxos que tenía el sacerdote Héctor Gallego para predicar la fe católica. Mientras muchos celebraban ese nuevo aire, otros comenzaban a ver con cierta aprensión las iniciativas del nuevo párroco.

En este segundo episodio de La desaparición del padre Gallego devolvemos la película al momento en el que Héctor Gallego llega a Santa Fe y se muestra particularmente interesado en servir a los más humildes del pueblo.

La noche del 9 de junio de 1971, Héctor Gallego, un sacerdote colombiano que servía como párroco en un pueblo del interior de Panamá, fue secuestrado. Dos hombres, vestidos como militares, llegaron hasta el rancho donde dormía y bajo el pretexto de atender órdenes superiores lo montaron por la fuerza a bordo de un jeep. Fue la última que se le vio con vida.

47 años después, el padre Gallego se ha convertido en la víctima más emblemática de la dictadura militar panameña. En Colombia, sin embargo, su historia se conoce muy poco. En La No Ficción Podcast queremos contarla. Mediante una serie de formato largo, repasaremos la vida de este sacerdote, contaremos sus luchas, las probables causas de su desaparición, y así mismo indagaremos por las variadas consecuencias que este crimen trajo consigo. La primera entrega de La desaparición del padre Gallego devuelve la historia a su punto de inflexión: a esa noche de junio de 1971 en la que dos hombres no identificados obligaron al religioso a salir de su cama a medianoche.