Seamos una iglesia que no se queda en el valle paralizada. Sigamos avanzando confiados en el Señor, viviendo con un corazón generoso que refleja el ADN de nuestro Dios.
Cuando vamos hacia Jesús y escuchamos Su voz, nuestros ojos empiezan a ver como Él y podemos ser testigos de Su gloria.
Desterremos de nuestra vida todas las voces que traen mentiras y dañan nuestra fe en Jesús. Busquemos rodear nuestra mente, corazón y oídos de los que Él tiene para nosotros, porque solo Su voz puede cambiarlo todo.
Cuando hay amor por la Casa y ojos de misión ahí fuera, es cuando el Señor trae una explosión de milagros y avivamiento. Mientras busquemos a Dios, no olvidemos de ser instrumentos para llevar a otros a un encuentro con Él.
Tener fe es afinar nuestro oído a Dios. No se trata de buscar lo que creemos que necesitamos, es conocerle para descubrir lo que Él tiene para nuestras vidas. No se trata de una ilusión, es un signo de obediencia y fidelidad a lo que Dios quiere.
Jesús sana, salva y restaura. El Evangelio que no tiene nada de nosotros pero tiene todo de Cristo; es el poder de Dios para rescatar vidas, para salvar almas y devolver esperanza.
La Iglesia debe llenar el ambiente espiritual con un sonido de oración e intercesión, constante e incansable.
Que nuestro hambre y sed por Jesús y Su presencia marque nuestra vida de oración y realidades.
Vivimos en la Palabra del Señor. El momento en que nos olvidamos de vivir en su Palabra y empezamos a mirar las cosas de este mundo nos hundimos, perdemos toda esperanza y soltamos la misión de Dios. Jesús es lo que necesitamos para recobrar fuerzas y volver a nuestro propósito original.
La Iglesia tiene que hacer oraciones valientes, pero tenemos que crear una fe de valentía.
Ante nuestros problemas y circunstancias, no nos hace falta dejar la mente en blanco o evadirnos. Como cristianos, podemos llenar nuestros pensamientos de Cristo, sabiendo que en Él, siempre vamos a encontrar vida, restauración y paz.
Dios ha cerrado la navidad con promesas de provisión, intercesión y gracia. Frente a lo incierto, hay que levantar la mirada hacia Él y confiar en sus promesas.
Hay una identidad que Dios ha puesto en ti que nada ni nadie lo puede quitar.
Frente a la incapacidad humana Jesús está con nosotros. Frente a lo inesperado debemos alzar nuestra mirada al cielo, reconocer Su poder, y recordar que Él sigue actuando en Su tiempo perfecto
¡Es tiempo de que Su iglesia avance hacia adelante! Dios trae gracia, misericordia y sentido de propósito sobre un pueblo que avanza con una fe salvaje, firme y resiliente.