Cuando hablamos y compartimos lo que sentimos, estamos aceptando el sentimiento o la emoción, le estamos dando permiso para ser y estar en nuestro cuerpo, y de esta forma disminuimos su intensidad. Existen situaciones en las que se hace difícil hablar de nuestras emociones, pero debemos afrontarlo, apartando la vergüenza de nuestro camino y tomar la decisión de hablar. Hablar nos libera del peso de la duda, la incertidumbre y el tedioso diálogo interno que no nos ayuda mucho si está impulsado desde el miedo, el enojo o la frustración. Te invito a hablar para sanar el alma.
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