
Este cuarto domingo de Adviento nos prepara y nos introduce en el misterio de la Navidad, con María como protagonista. «María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña» (Lc 1, 39). El Evangelio de hoy nos narra la visita de la Madre de Dios a su prima Isabel. No se trata de una visita de cortesía. Aún después del anuncio de que va a ser la Madre del Hijo de Dios, María sigue siendo la misma. El servicio es lo suyo. Y con espíritu de servicio se va inmediatamente a visitar a su anciana prima embarazada para ayudarle en todo lo que necesite. Y también para compartir con ella la alegría por la llegada de los tiempos de la salvación. «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?» (Lc 1,42-43). En el encuentro entre las dos mujeres se manifiesta el don del Espíritu que hace saltar de gozo al niño en el seno de Isabel. Y el misterio de la encarnación se hace realidad gracias a la fe de María que se fía de Dios y acepta totalmente su plan. Por eso Isabel le felicita: «¡Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá!».
Imitemos a María en este tiempo de Adviento y de Navidad, visitando a quienes pasan por dificultades, especialmente a los enfermos, a los encarcelados, a los ancianos y a los niños.
¡Feliz y bendecido 4º domingo de Adviento!
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