
Este episodio explora la profunda interconexión entre ecología, energía y desarrollo humano. Parte de la idea de que toda forma de vida en la Tierra depende de la energía solar, y que el ser humano, desde su descubrimiento del fuego hasta la era atómica, ha manipulado esta energía para satisfacer sus necesidades, muchas veces sin conciencia de sus consecuencias.
El capítulo plantea un fuerte llamado ético: si no integramos el respeto al equilibrio ecológico en nuestras decisiones individuales y colectivas, el futuro de la humanidad se ve amenazado. Se propone una ecología racional, fundamentada en el conocimiento científico y un imperativo espiritual: “el otro es como yo”. La crisis ecológica se presenta no solo como un reto técnico, sino como una prueba de nuestra capacidad de amar, comprender y actuar como una sola especie.