
Este episodio profundiza en cómo el ser humano ha comprendido y vivido el tiempo y el espacio a lo largo de su historia. Desde las primeras civilizaciones que observaron el cielo para medir los ciclos naturales, hasta la concepción moderna del tiempo como una dimensión relativa ligada a la consciencia, se muestra que estas nociones no son fijas, sino que evolucionan junto con la humanidad.
Se destaca la dualidad entre lo eterno y lo finito, entre el deseo de trascendencia y la experiencia de la muerte. El capítulo invita a reflexionar sobre el tiempo no como un enemigo, sino como una oportunidad de consciencia. Asimismo, se plantea que el espacio no es solo un vacío físico, sino un campo de relación y de presencia.