
Este episodio nos lleva a un encuentro poderoso y transformador con Jesús. Vemos dos milagros extraordinarios que revelan no solo su poder, sino también su inmensa compasión.
Primero, un leproso, marginado por la sociedad y sin esperanza, se acerca a Jesús con fe y le dice: "Si quieres, puedes limpiarme." Jesús, rompiendo todas las barreras religiosas y sociales, extiende su mano, lo toca y le responde: "Sí quiero, sé limpio." En un instante, su piel es restaurada, pero aún más impactante es su restauración como persona, dignificado por el amor de Cristo.
Luego, en una de las escenas más memorables, un grupo de amigos hace lo impensable: abren un techo y bajan a un paralítico hasta los pies de Jesús. Su fe es tan grande que Jesús no solo sana su cuerpo, sino que primero le da el mayor regalo de todos: el perdón de sus pecados. Esto provoca el asombro de la multitud y la indignación de los fariseos, quienes no pueden comprender que ante ellos está Aquel que tiene autoridad para perdonar pecados y sanar al enfermo.
Este episodio nos recuerda que Jesús no solo vino a traer sanidad física, sino que su misión principal es restaurar el alma, dar vida y reconciliarnos con Dios. Su toque es suficiente para limpiarnos, su palabra es poderosa para sanarnos, y su amor es inagotable para salvarnos.