
Simón Pedro está desesperado. Ahogado en deudas y sin salida, pone su esperanza en una última pesca, pero sus redes siguen vacías. Simón sigue luchando solo, haciendo su mejor esfuerzo, pero lo único que consigue es meterse en más problemas. Su esposa, con ternura pero con firmeza, le pregunta: "¿Dónde está tu fe? Tú no estás con Él, pero Dios está contigo."
Mientras Simón lucha con su propia desesperanza, su hermano Andrés llega con una noticia: "¡He encontrado al Mesías, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!". Frustrado, Simón responde: "No necesito un cordero, necesito peces."Y entonces sucede lo inesperado. En la orilla del Mar de Galilea, Jesús sube a la barca de Simón y le dice que lance las redes una vez más. Lo que ocurre después desafía toda lógica: una pesca tan abundante que las redes comienzan a romperse. Abrumado, Pedro cae de rodillas y exclama: "Apártate de mí, Señor, soy un hombre pecador."
Pero Jesús, con una mirada llena de amor y propósito, le responde con una simple pero poderosa invitación: "Sígueme."
Este episodio nos recuerda que Jesús nos encuentra en medio de nuestras luchas, nos llama por nuestro nombre y nos da un propósito mayor.
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