
Durante la dictadura de Nicolae Ceausescu en Rumania, la gente se vio privada de cientos de "lujos" uno de ellos, el cine; pero gracias a una mujer llamada Irina Nistor, y un delicado e ilegal operativo de piratería, algunos de los grandes éxitos de taquilla norteamericanos llegarían a casa de los rumanos, con voz de mujer en todos sus personajes, todos sin excepción.