Corriendo la carrera de la fe: perseverancia, disciplina y santidad
📖 Hebreos 12:1–17
La vida cristiana no es una carrera de velocidad, sino una maratón de resistencia. No se trata solo de comenzar con entusiasmo, sino de llegar con fidelidad. Hebreos 12 nos presenta un llamado urgente a perseverar, aceptando la disciplina del Padre, guardando la santidad y vigilando nuestro corazón en medio de las pruebas.
Somos parte de una carrera continua, inspirada en los testigos de la fe del capítulo 11.
Despojémonos del peso y del pecado que estorban nuestro andar. No solo lo pecaminoso, sino también lo innecesario puede frenar nuestra carrera.
Corramos con paciencia, es decir, con resistencia activa en medio de la presión.
Fijemos nuestros ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe. Él soportó la cruz con gozo, venció y ahora reina. Mirarlo a Él nos fortalece para no desmayar.
Aún no hemos resistido hasta la sangre como Cristo lo hizo. Nuestra lucha, aunque real, aún no ha llegado al extremo del martirio.
No menospreciemos ni desmayemos ante la corrección. La disciplina no es castigo, sino formación amorosa.
Dios disciplina a los que ama como un padre sabio que forma a sus hijos. Si no hay corrección, no hay filiación verdadera.
La disciplina tiene un propósito: hacernos partícipes de su santidad. Aunque duele, produce fruto de justicia en los que se ejercitan en ella.
El cansancio espiritual puede debilitarnos, pero el llamado es a fortalecer nuestras manos y afirmar nuestras rodillas.
Nuestra perseverancia no solo es personal, impacta a otros. Si caminamos rectamente, ayudamos a sanar al débil; si tropezamos, podemos hacerlo caer.
Sigue la paz y la santidad, sin las cuales nadie verá al Señor. No basta con asistir a la iglesia o conocer doctrina; sin santidad no hay verdadera comunión con Dios.
Vigila la raíz de amargura, que puede brotar y contaminar. La falta de perdón o el resentimiento son obstáculos espirituales graves.
No sigas el ejemplo de Esaú, quien cambió lo eterno por lo temporal. Valoró más un plato de lentejas que su bendición. Su arrepentimiento fue tardío y superficial.
Hebreos 12 es una exhortación clara:
Corre con perseverancia
Acepta la disciplina con humildad
Camina con firmeza
Vive en santidad
Y cuida tu corazón de la amargura y del menosprecio espiritual
Cristo corrió primero, no desmayó, y ahora nos fortalece para llegar al final.
Que no seamos como Esaú, sino como aquellos que corren con fidelidad, mirando la meta con gozo.