Jesús pasa su último día de libertad terrenal en compañía de sus apóstoles y de un grupo de discípulos leales, enseñándoles sobre la diferencia entre el reino espiritual de los hijos de Dios y los reinos de este mundo.

Su mensaje insiste en que, al ser el reino una fraternidad espiritual, no puede promoverse mediante la fuerza física ni por medio del poder civil.

Recomienda a sus seguidores obedecer las leyes terrenales en todo lo que no interfiera con su fidelidad espiritual, reservando la adoración solo para Dios.

Jesús describe cómo la fe y la guía del Espíritu de la Verdad deben impulsar el servicio sincero, recordándoles que su evangelio es una “semilla viva” que exige ser difundida con amor y sabiduría.

Hace ver que vendrán dificultades, persecuciones e incluso la muerte por causa de su mensaje, pero que, a largo plazo, el mundo se iluminará con la verdad y la religión quedará separada de la política.

Para la última cena, da instrucciones secretas a fin de no frustrar el plan divino, mientras Judas conspira en silencio para entregarlo.