El éxito revela tanto como la prueba. Cuando las cosas salen bien, aparece la tentación de atribuir el mérito a tu esfuerzo y olvidar la gracia que sostuvo cada paso. Por lo tanto, decide hoy cómo administrarás las victorias para que honren al Señor. Reconoce públicamente a quienes te ayudaron, da gracias en voz alta y comparte lo aprendido con otros. Además, guarda un registro privado de oraciones respondidas para recordar que no llegaste solo. Si te invitan a hablar de tu logro, nombra la providencia de Dios, describe procesos con honestidad y evita exageraciones que alimentan el ego.
En casa, celebra con sencillez y cultiva gratitud antes que extravagancia. De este modo, el éxito se convierte en altar y no en ídolo. Cuando surja la comparación, bendice a quienes también prosperan, porque la envidia marchita el alma. Pregunta al Señor cómo usar esta temporada para servir mejor, ya sea abriendo oportunidades para otros o fortaleciendo causas que reflejen su corazón. En conclusión, la humildad protege el testimonio y mantiene la mirada en Cristo. La Biblia dice en Proverbios 27:2: “Alábete el extraño, y no tu propia boca; el ajeno, y no los labios tuyos”. (RV1960).
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El éxito revela tanto como la prueba. Cuando las cosas salen bien, aparece la tentación de atribuir el mérito a tu esfuerzo y olvidar la gracia que sostuvo cada paso. Por lo tanto, decide hoy cómo administrarás las victorias para que honren al Señor. Reconoce públicamente a quienes te ayudaron, da gracias en voz alta y comparte lo aprendido con otros. Además, guarda un registro privado de oraciones respondidas para recordar que no llegaste solo. Si te invitan a hablar de tu logro, nombra la providencia de Dios, describe procesos con honestidad y evita exageraciones que alimentan el ego.
En casa, celebra con sencillez y cultiva gratitud antes que extravagancia. De este modo, el éxito se convierte en altar y no en ídolo. Cuando surja la comparación, bendice a quienes también prosperan, porque la envidia marchita el alma. Pregunta al Señor cómo usar esta temporada para servir mejor, ya sea abriendo oportunidades para otros o fortaleciendo causas que reflejen su corazón. En conclusión, la humildad protege el testimonio y mantiene la mirada en Cristo. La Biblia dice en Proverbios 27:2: “Alábete el extraño, y no tu propia boca; el ajeno, y no los labios tuyos”. (RV1960).
Adorar en el dolor no romantiza el sufrimiento; declara que Dios sigue siendo digno. El lamento bíblico une lágrimas con fe. Por eso, lleva tu queja a Dios, no lejos de Dios. Pon palabras a tu herida, confía tu causa y espera la consolación del Espíritu. Cantar con voz quebrada se convierte en ofrenda grata. La iglesia sostiene brazos cansados con intercesión y con cuidado práctico.
La victoria no siempre luce como sanidad inmediata; a veces luce como perseverancia santa. El Señor transforma el dolor en compasión para consolar a otros. Aunque no entiendas, puedes adorar. La cruz y la tumba vacía anclan tu esperanza. Sigue confiando que la gracia del Señor sostiene tu paso. Espera con paciencia activa y trabaja con esperanza. La Biblia dice en Habacuc 3:17–18: “Con todo yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación”. (RV1960).
Un Minuto Con Dios
El éxito revela tanto como la prueba. Cuando las cosas salen bien, aparece la tentación de atribuir el mérito a tu esfuerzo y olvidar la gracia que sostuvo cada paso. Por lo tanto, decide hoy cómo administrarás las victorias para que honren al Señor. Reconoce públicamente a quienes te ayudaron, da gracias en voz alta y comparte lo aprendido con otros. Además, guarda un registro privado de oraciones respondidas para recordar que no llegaste solo. Si te invitan a hablar de tu logro, nombra la providencia de Dios, describe procesos con honestidad y evita exageraciones que alimentan el ego.
En casa, celebra con sencillez y cultiva gratitud antes que extravagancia. De este modo, el éxito se convierte en altar y no en ídolo. Cuando surja la comparación, bendice a quienes también prosperan, porque la envidia marchita el alma. Pregunta al Señor cómo usar esta temporada para servir mejor, ya sea abriendo oportunidades para otros o fortaleciendo causas que reflejen su corazón. En conclusión, la humildad protege el testimonio y mantiene la mirada en Cristo. La Biblia dice en Proverbios 27:2: “Alábete el extraño, y no tu propia boca; el ajeno, y no los labios tuyos”. (RV1960).