El éxito revela tanto como la prueba. Cuando las cosas salen bien, aparece la tentación de atribuir el mérito a tu esfuerzo y olvidar la gracia que sostuvo cada paso. Por lo tanto, decide hoy cómo administrarás las victorias para que honren al Señor. Reconoce públicamente a quienes te ayudaron, da gracias en voz alta y comparte lo aprendido con otros. Además, guarda un registro privado de oraciones respondidas para recordar que no llegaste solo. Si te invitan a hablar de tu logro, nombra la providencia de Dios, describe procesos con honestidad y evita exageraciones que alimentan el ego.
En casa, celebra con sencillez y cultiva gratitud antes que extravagancia. De este modo, el éxito se convierte en altar y no en ídolo. Cuando surja la comparación, bendice a quienes también prosperan, porque la envidia marchita el alma. Pregunta al Señor cómo usar esta temporada para servir mejor, ya sea abriendo oportunidades para otros o fortaleciendo causas que reflejen su corazón. En conclusión, la humildad protege el testimonio y mantiene la mirada en Cristo. La Biblia dice en Proverbios 27:2: “Alábete el extraño, y no tu propia boca; el ajeno, y no los labios tuyos”. (RV1960).
All content for Un Minuto Con Dios is the property of Dr. Rolando D. Aguirre and is served directly from their servers
with no modification, redirects, or rehosting. The podcast is not affiliated with or endorsed by Podjoint in any way.
El éxito revela tanto como la prueba. Cuando las cosas salen bien, aparece la tentación de atribuir el mérito a tu esfuerzo y olvidar la gracia que sostuvo cada paso. Por lo tanto, decide hoy cómo administrarás las victorias para que honren al Señor. Reconoce públicamente a quienes te ayudaron, da gracias en voz alta y comparte lo aprendido con otros. Además, guarda un registro privado de oraciones respondidas para recordar que no llegaste solo. Si te invitan a hablar de tu logro, nombra la providencia de Dios, describe procesos con honestidad y evita exageraciones que alimentan el ego.
En casa, celebra con sencillez y cultiva gratitud antes que extravagancia. De este modo, el éxito se convierte en altar y no en ídolo. Cuando surja la comparación, bendice a quienes también prosperan, porque la envidia marchita el alma. Pregunta al Señor cómo usar esta temporada para servir mejor, ya sea abriendo oportunidades para otros o fortaleciendo causas que reflejen su corazón. En conclusión, la humildad protege el testimonio y mantiene la mirada en Cristo. La Biblia dice en Proverbios 27:2: “Alábete el extraño, y no tu propia boca; el ajeno, y no los labios tuyos”. (RV1960).
El contentamiento cristiano no niega deseos; ordena los afectos. El apóstol Pablo dijo que aprendió a contentarse cualquiera que fuera su situación. Ese verbo implica proceso, práctica y gracia. Por eso, practica la suficiencia. Es decir, agradece lo que tienes, elimina comparaciones tóxicas y pide al Señor un corazón sencillo. El consumo promete felicidad y entrega vacío con factura. El contento descubre tesoros cotidianos. Por ejemplo, una conversación honesta, un pan caliente y un descanso verdadero. De la misma manera, trabaja con excelencia sin hacer del éxito un ídolo. Además, comparte recursos como un acto de libertad frente a la codicia. La vida abundante no está en la bodega; está en Cristo y cuando el deseo legítimo se retrase, confía en el tiempo del Padre. Finalmente, acoge la disciplina de dar gracias en todo para educar el alma. Toma un respiro de oración y vuelve al camino con esperanza. Espera con paciencia activa y trabaja con esperanza. La Biblia dice en Filipenses 4:11–12: “He aprendido a contentarme… en todo y por todo estoy enseñado…”. (RV1960).
Un Minuto Con Dios
El éxito revela tanto como la prueba. Cuando las cosas salen bien, aparece la tentación de atribuir el mérito a tu esfuerzo y olvidar la gracia que sostuvo cada paso. Por lo tanto, decide hoy cómo administrarás las victorias para que honren al Señor. Reconoce públicamente a quienes te ayudaron, da gracias en voz alta y comparte lo aprendido con otros. Además, guarda un registro privado de oraciones respondidas para recordar que no llegaste solo. Si te invitan a hablar de tu logro, nombra la providencia de Dios, describe procesos con honestidad y evita exageraciones que alimentan el ego.
En casa, celebra con sencillez y cultiva gratitud antes que extravagancia. De este modo, el éxito se convierte en altar y no en ídolo. Cuando surja la comparación, bendice a quienes también prosperan, porque la envidia marchita el alma. Pregunta al Señor cómo usar esta temporada para servir mejor, ya sea abriendo oportunidades para otros o fortaleciendo causas que reflejen su corazón. En conclusión, la humildad protege el testimonio y mantiene la mirada en Cristo. La Biblia dice en Proverbios 27:2: “Alábete el extraño, y no tu propia boca; el ajeno, y no los labios tuyos”. (RV1960).