
El infierno no empieza con el acto, sino con la última salida que dejaste pasar en silencio.
Hay una línea en la mente que no se ve, no se oye, no se anuncia.
Una línea que, cuando la cruzas, ya no te devuelve intacto.
No es el crimen el que te cambia —es la última oportunidad que decides ignorar.
Yo le llamo el punto de no retorno.
No es un lugar. Es una renuncia repetida.
Una suma de microdecisiones tan pequeñas que parecen inocentes…
hasta que una noche te descubres sin frenos, sin barandales, sin disculpas.
Y entonces la caída ya no asusta: seduce.