
En México, donde la fe se confunde con el miedo y el silencio pesa más que una confesión, hubo una vez cuatro mujeres que montaron un negocio redondo: vendían placer, compraban silencio… y enterraban cuerpos. Las conocían como Las Poquianchis, un apodo que suena casi cómico, como sacado de una radionovela de los años cincuenta. Pero lo que hicieron no tiene nada de chistoso. Lo suyo fue una mezcla de proxenetismo, tortura, asesinato… y administración doméstica.
Hay familias que se reúnen para celebrar cumpleaños, y otras que se reúnen para deshacerse de cadáveres. Las hermanas González Valenzuela eran del segundo tipo.