
Recordando que octubre es el mes de las misiones, es importante reconocernos a nosotros mismos como la primera misión. Entender que somos necesitados de saciar nuestra sed en el único que puede darnos el agua de vida eterna; reconocernos frágiles y dependientes de Aquel que perfecciona su poder en nuestras debilidades.
Que seamos nosotros la primera misión que atendamos con prioridad, permitiendo que nuestro encuentro con el Padre transforme nuestra vida, para luego ponerla al servicio de quienes también necesitan vivir ese primer encuentro con el Creador.