
Dios no se impone, Él espera con amor a que seamos nosotros quienes le abramos la puerta y aunque Él tiene el poder para gobernarlo todo, respeta nuestra voluntad. No siempre es fácil soltar, obedecer o renunciar; pero cuando lo hacemos, permitimos que el Alfarero moldee nuestra vida conforme a sus planes. Dios no quiere solo una parte de nosotros, quiere el todo, porque solo así puede formar en nosotros su propósito eterno. Él no nos pide eso para limitarnos o cohibirnos, sino para llevarnos a lo mejor que ha planeado: planes de bienestar y no de malestar, como lo dice su Palabra.Cuando le damos a Dios el lugar que le corresponde y dejamos de atarlo con nuestras dudas, Él comienza a obrar en profundidad. Y aunque el proceso no siempre sea fácil, podemos confiar en que todo lo que hace es con amor, con propósito y para nuestro bienestar. Al final, rendirse a Él no es perder el control… es encontrar la verdadera libertad.