
Jesús nos enseña que el Reino de Dios es para quienes tienen un corazón de niño: confiado, sensible, humilde y perdonador. A través de la enseñanza de Marcos 10:14-15, aprendemos que ser como niños no es inmadurez, sino un regreso a nuestra esencia espiritual, siendo dependientes y asombrados ante Dios. Además, Jesús nos invita a servir a las generaciones más jóvenes, transmitiendo nuestra fe y discipulando a quienes vendrán.