
Cuando el dolor casi nos ahoga y la oscuridad es nuestra mejor amiga, ¿qué debemos hacer?
Durante años, pensé que la mejor respuesta era aceptarlo alegremente pues Dios usa todo para nuestro bien y para su gloria, y sentí que la actitud que más honraba a Dios era parecer alegre todo el tiempo. Aun cuando estaba confundido y enojado, cuando mi corazón se rompía, y sobre todo cuando estaba solo.
Pero ya he aprendido de la belleza del lamento en mi sufrimiento. El lamento destaca mucho más el evangelio que la serenidad. Escuchar un lamento auténtico, que honra a Dios, puede atraer a otros a Dios de maneras inesperadas. Me di cuenta, por primera vez, del poder del lamento en el libro de Rut.