
No hay duda: Jesús nos llama a amar a aquellos que no nos caen bien, dentro y fuera de la iglesia. El amor que Él nos enseñó no se basa en afinidades naturales o intereses comunes. No miramos fijamente a nuestro vecino, como algunos ven las nubes sin forma, tratando de distinguir algo adorable en ellos antes de actuar. Todo lo que se necesita para llamarnos a tomar en cuenta a cualquier persona en el planeta es el mandato de nuestro Maestro: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Lc. 10:27).