En este episodio de Testigos Extraordinarios, la pastora Cristina Samaniego comparte una historia tan dura como inspiradora. Su vida estuvo marcada por las consecuencias de un pasado profundamente trágico: su madre fue víctima de Las Poquianchis, una de las redes de explotación y trata de personas más terribles en la historia de México, responsable del secuestro y abuso de decenas de mujeres durante las décadas de 1950 y 1960.

Esa herida marcó a toda su familia. Cristina creció en un entorno de abandono, violencia, adicciones y pobreza extrema, haciéndose cargo de sus hermanos desde pequeña y enfrentando sola la lucha por sobrevivir. Sin embargo, lo que parecía un destino sellado cambió por completo cuando su madre conoció el mensaje del Evangelio en una iglesia de Tijuana, donde el amor de Dios comenzó a sanar lo que el dolor había destruido.

Hoy, Cristina es testigo de que ninguna historia es demasiado oscura para ser transformada por la gracia. Su testimonio nos recuerda que Dios puede usar incluso el sufrimiento más profundo para revelar propósito, esperanza y redención.