
Esta conferencia profundiza en el concepto de las pasiones según Santo Tomás de Aquino, específicamente en su análisis dentro de la Suma Teológica. Se explica que todas las pasiones derivan del amor, según la enseñanza de San Agustín: el amor genera deseo cuando no se posee el objeto amado y alegría cuando se disfruta de él.
Se abordan diversas emociones como la tristeza, el miedo y la desesperación, considerándolas respuestas ante la falta de plenitud del amor. También se destaca el papel de la esperanza, vista como el deseo de obtener el bien amado, y la "ira" en su sentido filosófico, descrita como la fuerza que impulsa a superar obstáculos. Se propone redefinir la "ira" con términos como valentía o audacia, ya que en la enseñanza tomista se considera una pasión con un componente positivo.
Otro punto relevante es la clasificación de las pasiones en positivas y negativas, dependiendo del objeto al que se dirigen. Se analizan las ocho pasiones clásicas, organizadas en función de su relación con el amor y el deseo. Santo Tomás distingue entre tres tipos de amor: el natural (instintivo), el sensitivo (presente en los animales) y el de la voluntad (que depende de la razón y la libertad). Asimismo, se diferencian términos como amor, dilección, caridad y amistad, explicando sus matices y grados de perfección.
En la segunda parte de la conferencia se analiza cómo las pasiones afectan la vida práctica y espiritual. Se menciona la distinción entre el amor de amistad y el amor de concupiscencia, siguiendo la definición aristotélica de amar como querer el bien del otro. También se advierte sobre la tendencia histórica a reprimir las pasiones por asociarlas con el desorden, lo que puede generar efectos negativos en la psique humana.
Finalmente, se destaca la importancia de integrar adecuadamente las pasiones en la vida personal, enfatizando que el ser humano necesita deseo y esperanza para crecer y desarrollarse plenamente. Se recalca que emociones aparentemente negativas, como la tristeza y el odio, pueden ser positivas si se dirigen hacia el rechazo del mal. En contraste, la desesperación es vista como una emoción destructiva que debería evitarse en una persona mentalmente sana.