
Te ofrezco la mirada de un miedo que te protege, pero no toma las decisiones; que tiene voz, pero no voto, que te invita secretamente a la acción y que alimenta, también en secreto, tu coraje y tu confianza en ti mismo. Te propongo que cuando el miedo llegue, lo sientas, lo escuches, lo entiendas y que luego, tu alma y tu corazón, tomen la decisión. Y, por último, te digo que el miedo no es signo de debilidad, es signo de tu humanidad.