Qué fácil sería no darse cuenta de las cosas. Seguir adelante. Escaparse con los escapismos tradicionales. Pero bueno, creo que no es lo que me toca. No estoy capacitado para no darme cuenta de lo que ocurre. Tampoco creo tener la verdad de todo lo que pienso o digo, pero me doy cuenta de que esto está ocurriendo ahora: vivimos un momento bélico donde hay dos guerras principales al mismo tiempo y varias paralelas en África de las que casi nadie habla. No se nombran porque existen otras más grandes, más visibles, con integrantes más importantes.
Geopolíticamente, el mundo se ha vuelto totalmente blanco o negro, día o noche. Ya no hay alternativas en el medio. Y esto se ve en la familia, en los comentarios del día a día. No solo en lo político: todo es bueno o malo, blanco o negro. Sin matices. Eso nos lleva a un mundo demencial y duro, parecido al que nos crió a quienes fuimos educados en un sistema de índole judeocristiana. Porque para el judaísmo y para el cristianismo tradicionales no existía la posibilidad del placer ni del disfrute: el sacrificio era el camino. El placer no se buscaba en sí mismo. El culto al sacrificio derivó en esa cultura estoica que hoy muchos abrazan, creyendo ser felices al decir: “yo soy estoico, yo puedo con todo”. Pero tarde o temprano, la cabeza explota.
Sin embargo, existe otra forma de encarar el mundo. Y no hablo de ingenuidad ni de creer que todo se soluciona con paz y amor. Hablo de que hay un camino distinto al estoicismo y al sacrificio permanente. Porque vivir dando lástima para seguir adelante, sin disfrutar los momentos libres, es insano. El epicureísmo proponía lo contrario: buscar un placer refinado, la tranquilidad del alma, la ausencia de dolor, el intercambio de ideas en diálogos pacíficos. Algo totalmente opuesto a este presente, donde todo es una lucha permanente por tener la razón, por declararla como absoluta.
....
Eso se refleja en la rigidez del razonamiento cotidiano. Las cosas deben resolverse rápido, como esos posts de redes sociales: rápidas, sin análisis, porque “no hay tiempo” para leer un libro largo. Y al resumir tanto, uno pierde el sabor de la vida misma. Yo noto una cultura que aplaude al simplismo y desprecia el análisis profundo. No está bien visto detenerse a pensar.
En este punto quiero mencionar a Fabián C. Barrio, escritor y filósofo español contemporáneo que cuenta con unos magníficos videos en YouTube. Él plantea que los elogios fáciles son usados por personas poco confiables para ganarse nuestra confianza, manipularnos y hacernos perder el control.
Claramente no somos todos iguales, aunque algunos insistan en una igualdad natural. No lo somos. De hecho, la Dra. HC Ruth Rosental, psicomotricista , docente argentina premiada y directora del C.E.I.A.C. ,lo expone en su libro Bullying: “No somos todos iguales. Somos todos diferentes”. Cada persona tiene características únicas. No existe una fórmula universal de igualdad.
Y para cerrar, recuerdo el llamado efecto Dunning-Kruger: aquellos que menos saben suelen ser los que más creen saber. Con eso digo todo. Solo queda invocar, quizá, a una intervención divina. Esa frase en latín que resuena en ciertos libros —Deus ex machina— parece cobrar sentido: porque si dependemos solo de las personas, nada va a cambiar.
Soy Pablo Mera —o Pablo E.M.G. para el mundo angloparlante—, aunque algunos amigos todavía me dicen “Trompo”. Rugbier de alma, sangre A+, fan de Metallica y Oasis. Mis podcasts están, como siempre, en todas las plataformas.
Espero que esto le sirva a alguien. Gracias por el tiempo.
Tengo 12.950+ posts disponibles en mi blog http://pablomera.blogspot.com .
Los invito a escribirme a mailto:tromp@hotmail.com
Me acuerdo cuando fui al estreno de la película Guerra de las Galaxias 1, Star Wars, en 1977 ◇ .
Era en un cine enorme, de esos de 2,000 personas que había antes. Una cola que dejaba a gente afuera. Tenías que ir temprano, hacer la cola y esperar para entrar.
Todo lo que se perdió, porque hoy el cine lo tenemos en casa, las películas y las series se ven en el hogar, on demand, en un streaming, como sea. Antes no era así. Y no hace mucho, en un pasado relativamente cercano, no era así.
Recuerdo perfectamente la película Star Wars, que hasta hoy la saga se ve en un montón de plataformas, y las generaciones actuales creen que es un invento de esta generación. Una mente sofisticada, la que en el año 77 vio lo que podría ser el futuro y la tecnología. Seguramente una mente que, como la mía, había sido impactada por el alunizaje de 1969, cuando mi generación fue testigo del primer pie en la Luna. Fue algo conmovedor para todos los que pertenecemos a esa generación. Y, posteriormente, también fue conmovedor el estreno de Guerra de las Galaxias, como lo fue el estreno de Tiburón, que ahora se estrena de vuelta.
Volviendo a Guerra de las Galaxias, los personajes que acompañaban a los humanos eran dos: uno dorado con forma humana que se llamaba C-3PO, que hablaba de un modo sintético, y el otro era un chiquito cuadradito como una mesa de luz con ruedas, que se llamaba R2-D2. Sonaba como el nombre Arturo.
Los dos hablaban en un lenguaje raro, pero si fuera lo que se espera hoy, hablarían perfecto. Con la inteligencia artificial, C-3PO y R2-D2 hablarían perfectamente, porque la IA ya estaría instalada dentro de sus circuitos. Los que crearon Guerra de las Galaxias no pensaron que el mundo se movería tan rápido.
Más aún, en ese año, que fue un año astronómico o galáctico, se lanzaron dos sondas: la Voyager 2 y la Voyager 1, con 15 días de diferencia. Eso fue más o menos en septiembre del 77. Para mi sorpresa y la del mundo científico, esas sondas siguen activas, siguen enviando información y están en un lugar interestelar que no se sabe ni cómo definir, a 166 veces la distancia de la Tierra al Sol. O sea, lo lejos que está el Sol para la Tierra, multiplicado por 166. Esa es la distancia a la que están hoy las dos sondas.
Viajan a una velocidad sorprendente. Si yo fuera a un partido de fútbol de noche y me pusiera a ver el cielo, vería algún satélite pasar. Pero si estos Voyager dieran vueltas alrededor de la Tierra, yo los vería pasar dos veces durante el partido de fútbol, ¡de tan rápido fque van! Van a 61,000 kilómetros por hora, mientras la Tierra tiene una circunferencia de 40,000. Dan una vuelta y media a la Tierra por cada hora.
Es sorprendente que sea tecnología del 77, que se acuñó en el 69 y que seguramente nació en los 60. Como mi generación...
◇ mas sobre el año 1977 en INSTAGRAM
Me llamo Pablo Mera , Pablo E-M para el mundo angloparlante y algunos amigos me dicen "trompo". Me encantan Metallica y Oasis , soy rugbier, sangre tipo A+
◇ tengo 12.950+ posts de mi historia personal disponibles en mi BLOG
y leo los correos enviados a mailto:tromp@hotmail.com
Vivimos en un mundo donde lo artificial subroga a lo real.
Se ha perdido, casi sin darnos cuenta, el hábito del contacto físico: sentarnos en una mesa, mirarnos a los ojos, y sostener una conversación que dure más de cuatro segundos. Eso es lo que se ha ido diluyendo, no por quejas, sino por pura descripción de la época que nos toca habitar.
La incertidumbre me asalta: ¿cómo subirse a este tren que avanza a toda velocidad? Porque si no nos subimos, quedamos fuera de todo.
Y si no consumimos lo que se consume hoy, debemos inventar un universo paralelo, una especie de VPN existencial: un mundo dentro de otro para poder sobrevivir al que nos pasa por encima.
El bombardeo de información es incesante. Metaanálisis que juntan miles de estudios —algo impensable hace un siglo— nos traen avances enormes, sí, pero también un desgaste mental feroz. Esa avalancha nos empuja al escapismo: al físico y, sobre todo, al digital.
De ahí nacen los contenidos de cuatro segundos, porque cinco ya parecen demasiado. Los mensajes que, si son largos, nadie lee. Los audios que, si superan el minuto, se escuchan a doble velocidad con voces falsas, tan falsas como los avatares, tan falsas como la inteligencia artificial que imita lo humano sin sus errores, sin sus titubeos, sin la verdad de una voz que tartamudea pero sigue siendo auténtica.
La artificialidad se infiltra en todo. Rostros filtrados hasta volverse irreales. Modas que unen y separan al mismo tiempo. Inteligencias que llaman “artificiales” mientras la natural parece estar en baja.
Yo, en medio de todo esto, me descubro con una memoria intacta, llena de recuerdos, llena de cosas que quiero dar. Y sin embargo, me siento víctima del edadismo. Tengo tanto por compartir, pero a veces siento que me relegan, que la velocidad del mundo me deja atrás.
Por eso este podcast es un acto de necesidad: necesito sentirme útil. Lo digo sin rodeos: necesito sentirme útil.
Que alguien, aunque sea una sola persona, escuche esto y lo tome como suyo, y que algún día me lo haga saber. Eso bastará.
Puede que sean mis hijos, con quienes no tengo relación hace años por razones que todavía no comprendo. Puede que sea alguien a quien lastimé sin intención y que nunca tuve oportunidad de reparar. Ese peso lo llevo conmigo, y pido al universo —a Dios, a la fuerza que me sostiene— que me regale tiempo para mostrar con hechos que puedo reparar lo que en algún momento se rompió.
Soy Pablo Mera —o Pablo E.M.G. para el mundo angloparlante—, aunque algunos amigos todavía me dicen “Trompo”. Rugbier de alma, sangre A+, fan de Metallica y Oasis.
Este es mi espacio, Manual del inadaptado lúcido, y mis palabras están —como siempre— en todas las plataformas.
Gracias por regalarme tu tiempo.
Tengo más de 12.950 posts en mi blog http://pablomera.blogspot.com
Y si querés escribirme, aquí estoy: mailto:tromp@hotmail.com.
"¿Porque la luna esta tan sola?
Porque tenia un amante llamado Kuekuatsheu.
Ella y Kuekuatsheu vivian felices en el mundo de los espiritus y cada noche miraban juntos el cielo lleno de estrellas.
Pero llego el dia que un espiritu llamado Trickster se puso celoso del amor de ambos porque queria a la Luna solo para el. Y asi le dijo a Kuekuatsheu que la Luna queria flores y le dijo que bajara a la tierra y juntara rosas para ella.
Kuekuatsheu bajo asi a nuestro mundo a buscar las rosas para su Luna .
Y tarde se dio cuenta que no podria volver nunca mas al mundo de los espiritus.
Por eso aullan los lobos .
Porque Kuekuatsheu quedo atrapado en el espiritu de los lobos por toda la eternidad .
Y asi cada noche su Luna lo busca y lo encuentra en un mundo al que no pertenece, aullando por ella .
Y ambos saben que nunca mas estaran juntos otra vez."
Leyenda de los indios Innu - Quebec-Peninsula del Labrador, Canada
Entendí hace poco algo que parece simple, pero que duele como una verdad desnuda: todos cargamos con historias tristes. No importa qué suerte nos haya tocado, la vida siempre guarda un rincón de sombras..
Soy Pablo Mera , Pablo E.M.G. para el mundo angloparlante y algunos amigos me dicen "trompo". Me encantan Metallica y Oasis , soy rugbier, sangre A+ y mis podcasts estan disponibles en todas las plataformas.
La oscuridad, lo descubrí, no es un fantasma pasajero, es un perro silencioso que nos sigue a todas partes. A veces creemos haberlo dejado atrás, pero al girar la esquina lo encontramos esperándonos. Porque en el fondo, nos pertenece.
El mundo digital —ese espejismo de conexiones— nos invita a creer que un ejército de algoritmos puede darnos refugio, respuestas mágicas, consuelo tecnológico a preguntas que ni siquiera sabemos formular. Pero la soledad sigue ahí, paciente, fiel a su naturaleza.
Ignorancia y soledad… hermanas en silencio. La ignorancia protege mientras no sepas lo que ignoras; la soledad, mientras aún tengas a alguien a quien contarle tus razones.
La cura, si alguna vez existe, quizá sea tan simple como aprender a sentarse a la mesa con uno mismo. Conversar con nuestras propias ideas, con nuestros sentimientos, aunque a veces parezcan enemigos. Mientras tanto, buscamos escapes: los prohibidos —alcohol, drogas, juego— y los bendecidos —el fanatismo deportivo, lo religioso, las compras en un Black Friday o incluso el trabajo que nos devora. Todo con tal de huir de la conversación más difícil: la que tenemos con nosotros.
Porque la verdad es cruda: mientras no llegue la cura, el calmante más común es no pensar. Y uno no puede no pensar mientras sigue corriendo de sí mismo.
Tal vez la gran lección sería enseñar a los niños a pasar tiempo consigo mismos, a tolerar ese aburrimiento que parece insoportable y transformarlo en un terreno fértil. No significa condenarse a la soledad, sino aprender a disfrutar de nuestra propia compañía. Porque si alguna vez llegamos a aburrirnos de nosotros mismos… lo que ponemos en riesgo es nuestra autoestima, y ese es un precio que nadie debería pagar.
Tengo 12.950+ posts disponibles en mi blog http://pablomera.blogspot.com .
Los invito a escribirme a mailto:tromp@hotmail.com
Hace diecisiete años, tres después de no compartir más techo con ella ni con sus hermanos, mi hija mayor, Agustina, cumplió quince años.
No estuve allí. No fui invitado.
Hace apenas unos días, Valentina, mi hija más pequeña, celebró su boda.
Tampoco estuve.
Tampoco fui invitado.
Entre esos dos momentos —el de los quince de una, y el casamiento de la otra— se extendió un desierto: nunca fui parte de ninguno de los hitos de la vida de mis cuatro hijos. Ninguno.
Soy Pablo Mera. Pablo E.M.G. para el mundo angloparlante. Algunos amigos todavía me dicen “Trompo”. Amo a Metallica y a Oasis, fui rugbier, soy sangre A+, y mis podcasts están en todas las plataformas.
No soy perfecto, ni mucho menos. Pero puedo decir con la frente en alto: no tomo, no fumo, no consumo sustancias, y jamás fui ni seré un instrumento de violencia intrafamiliar. Creo ser una buena persona, un padre cariñoso, un amigo fiel. Y Vani, mi esposa desde hace más de quince años, me lo confirma cada día con su amor incondicional.
Entonces… ¿por qué?
¿Por qué quedé fuera de la vida de mis hijos?
Mi conclusión —dolorosa, amarga, pero inevitable— es que tiene que ver con lo que significa “ser alguien” en esta sociedad.
Si no tenés dinero suficiente para sostener el nivel de vida que alguna vez tuviste, aunque trabajes de manera digna, sos un desastre.
Si te alcanza pero no tenés un trabajo clásico, sos un mantenido.
Si no te alcanza ni tenés un trabajo clásico, sos un vago.
Y si de repente la vida te sonríe con un golpe de suerte en un negocio fuera de lo común, seguro serás un estafador… o un narcotraficante.
A mí me dijeron las dos cosas.
La primera vez fue en los 90, cuando un viejo amigo del rugby visitó mi casa en Paraguay y no pudo creer cómo vivía.
La segunda… la segunda me partió el alma, porque vino de alguien a quien vi nacer.
También me dijeron estafador. Varias veces.
Pero lo curioso es esto: para que te crean narcotraficante o estafador de verdad, tenés que tener dinero. Mucho dinero.
Si no lo tenés, sos simplemente un fracasado.
Yo no soy infalible, nunca estuve cerca de serlo, pero jamás tuve voluntad de dañar a nadie.
Lo aprendí con sangre:
el dinero, cuando sobra, te compra perdones.
Te perdonan ser narco, te perdonan ser estafador, te perdonan ser mal padre, mal marido, mala persona.
Pero la falta de dinero no se perdona nunca.
Esa pobreza transitoria se vuelve una condena permanente.
Hasta que —si alguna vez volvés a tener éxito— te perdonan de nuevo… para volver a llamarte narco o estafador.
Pero sorprendente es la vida cuando junta a dos personas con el mismo dolor y los convierte en una pareja llena de amor y felicidad a pesar de todo.
Este episodio incluye a continucion el episodio 6 de la temporada 2 de mi mujer Vanina Vergara .
https://bit.ly/4fmf5qM
Es sin duda la descripción mas exacta que he escuchado hasta hoy.
Espero que le sea de utilidad a alguien más.
◇ Hay 12.950+ posts disponibles en http://pablomera.blogspot.com
y leo los correos enviados a mailto:tromp@hotmail.com
Soy Pablo Mera —o Pablo E.M.G. para el mundo angloparlante—, aunque algunos amigos todavía me dicen “Trompo”. Rugbier de alma, sangre A+, fan de Metallica y Oasis. Mis podcasts están, como siempre, en todas las plataformas.
Vivimos en una época que, en lugar de expandirnos, parece obsesionada con simplificarnos la vida mental. Basta mirar la calle: la mayoría de los autos son blancos, grises o negros. ¿Por qué? Porque elegir otro color es complicarse. Y lo mismo pasa en la política: muchos la reducen a una falsa dicotomía —zurdos o de derecha, hombres o mujeres, ricos o pobres. Todo, en blanco y negro.
En la comunicación ocurre algo parecido. Tenemos a disposición videollamadas gratuitas, pero la mayoría prefiere los mensajes de texto. Hemos vuelto, en cierto modo, al telégrafo digital: breves líneas que cruzan pantallas. Y si alguien se anima a enviar un audio… ¡más vale que dure poco! Porque la mayoría lo escuchará al doble de la velocidad, como si hasta la voz humana se hubiera vuelto un trámite.
En cuanto al conocimiento, la búsqueda dejó de ser entre personas. Hoy, cualquier duda la responde algún modelo de inteligencia artificial. La sabiduría se convirtió en código, y el maestro en algoritmo.
¿Y qué sobrevive? La hipocresía. No sólo la social o la familiar, también la sentimental. El disfraz sigue siendo aceptado, incluso celebrado. Muchas parejas eligen mantener a terceros ocultos como si fueran un escape legítimo, una válvula contra la rutina o un antídoto contra el desgaste.
La sociedad valida, así, la conducta de quienes dicen “te amo” sólo de puertas para afuera. Familias que, en nombre de la estabilidad, convierten la traición en una victoria pírrica. Un escape maquillado, políticamente correcto, dentro de la monogamia necesaria que aún sostiene el ideal de la familia tradicional.
◇ Hay 12.950+ posts disponibles en http://pablomera.blogspot.com
y leo los correos enviados a mailto:tromp@hotmail.com
El olvido como triunfo evolutivo
Si nos animamos —aunque sea por un rato— a calzarnos los zapatos del protagonista, a veces me convenzo de que ciertas enfermedades cognitivas no son una maldición, sino un premio sofisticado que la evolución nos entrega con su oscura sabiduría.
Tener buena memoria, llegada cierta etapa de la vida, puede convertirse en una trampa elegante. Porque los recuerdos no vienen solos: traen emociones atadas con hilo grueso, y no siempre son dulces. Algunos revientan como latas oxidadas, otros supuran nostalgias que no pedimos. Así, casi sin aviso, quedamos presos en un tiempo que ya no existe. Nos aferramos a una moda, a un ritmo, a una ideología como náufragos de nuestra propia historia, incapaces de soltar ese madero flotante, aunque ya esté lleno de termitas.
Y ahí es donde el olvido aparece no como enemigo, sino como salida de emergencia. Una especie de amnesia piadosa, una anestesia lenta para el alma. La única puerta no quirúrgica al laberinto donde vive la resignación perpetua.
Por eso creo que el secreto está en vivir lo mejor posible con lo que nos toca, agradecer aunque sea con los dientes apretados, y mirar para adelante… y para arriba. Porque el día que toque partir —como entiendo que pasa—, la muerte llegará como quien viene a buscarnos después de una larga espera. Y nos llevará de un estado a otro sin que apenas lo notemos. Sin ruido. Sin previo aviso.
El dolor o el alivio, en todo caso, quedarán vibrando por un tiempo —solo por un rato— en la memoria de unos pocos que aún sigan vivos… y se acuerden de nosotros.
Me llamo Pablo Mera y algunos me dicen "trompo". Soy de Peñarol , rugbier, sangre A+ y tartamudo y nada de lo anterior va a cambiar.
◇ Hay 12.950+ posts disponibles en http://pablomera.blogspot.com
y leo los correos enviados a mailto:tromp@hotmail.com
Hay un mandato en nuestra generación que nos comió la cabeza. Todo se resolvía con frases hechas. "El hombre no llora", "Las mujeres son tal cosa". La vida, simplificada hasta la brutalidad. Pero esa simplicidad era, en realidad, devastadora.
No pensar era más fácil. ¡Claro que sí! Sobre todo para los que crecimos en una época donde la dictadura no sólo estaba en la Casa de Gobierno, sino también en el hogar. Donde las preguntas estaban prohibidas y la obediencia era ley.
Y un día, con el tiempo, nos dimos cuenta: ¿Y si todo lo que creíamos era una mentira? Algunos logramos reformatearnos. Otros se quedaron atrapados en un laberinto de mandatos sin salida, aferrados a una vida irreal.
"El corazón del hombre necesita creer algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer". - Mariano José de Larra.)
Y así, la salud mental se convirtió en otro tabú más, una más en la lista interminable de formas de manipularnos. Porque si pensás, si cuestionás, si te duele... molestás.
Honramos filosofías de nuestros mayores porque "había que obedecer". Padres, abuelos, curas, profesores... Si hoy estuvieran vivos, si tuvieran que enfrentarse a este mundo, ni sabrían por dónde empezar.
Pero la historia sigue igual: "El hombre no llora, la mujer es tal cosa". Y así, muchos eligen la ignorancia, otros se anestesian con falopa y alcohol, y los que piensan demasiado terminan ahogados en su propia tormenta mental.
Porque, al final del día, la orden sigue siendo la misma: NO PENSÉS.
Me llamo Pablo Mera y algunos me dicen "trompo". Soy de Peñarol , rugbier, sangre A+ y tartamudo y nada de lo anterior va a cambiar.
◇ Hay 12.950+ posts disponibles en http://pablomera.blogspot.com
y leo los correos enviados a mailto:tromp@hotmail.com
Hoy el ego y la comparación gobiernan la vida de varias generaciones,
así en la Tierra como en la Matrix.
Son las nuevas fuerzas invisibles: una religión sin dioses, pero con algoritmos.
El ego —esa cocaína digital que esnifamos con cada scroll—
nos hace adictos a la validación vacía,
a la necesidad de vernos bellos, felices y exitosos
en el espejo mentiroso de las redes sociales.
Y la comparación, esa sombra que siempre susurra "mirá lo que el otro tiene",
empuja a muchos a decisiones temerarias,
a correr carreras sin meta,
a intentar alcanzar estándares diseñados para no ser alcanzados.
Pero esto no empezó con Internet.
En los años 60 y 70,
sin Wi-Fi ni filtros de Instagram,
el argentino Palito Ortega ya nos vendía una fantasía igual de tóxica:
la familia ideal, el amor eterno, el padre ejemplar y la madre cantarina.
Su música, tan simplona como los hits de Elegante hoy,
fue una heroína emocional para toda una generación.
Endulzada, sí… pero letal.
Porque en esa postal perfecta,
muchos de nosotros nos sentimos fuera del cuadro,
impuros, equivocados, incompletos.
Y ahí también empezó la gran desconexión.
Hoy todo eso sigue vibrando, pero multiplicado.
Las redes sociales —que no son redes, ni son sociales—
tejieron un entramado invisible y pegajoso
donde se enreda lo real, lo imaginado y lo impostado.
Ahí vivimos muchos: bailando en un escenario de hipocresía,
pretendiendo que todo está bien,
mientras nos devora el hambre de ser otro.
Y así, lo intangible —la imagen, la apariencia, la promesa vacía—
sigue teniendo un efecto brutal sobre lo tangible:
el cuerpo, la salud mental, las decisiones, la vida.
Y sin darnos cuenta,
la felicidad se volvió un espectáculo privado
que nadie siente pero todos aplauden.
Me llamo Pablo Mera y algunos me dicen "trompo".Soy de Peñarol , rugbier, sangre A+ y tartamudo y nada de lo anterior va a cambiar.
◇ Hay 12.950+ posts disponibles en http://pablomera.blogspot.com
y leo los correos enviados a mailto:tromp@hotmail.com
Me llamo Pablo Mera.
Soy de Peñarol , rugbier, sangre A+ y tartamudo. Nada de lo anterior va a cambiar.
En esta vida, he tenido algunos aciertos… pero también he cometido casi todos los errores que uno puede imaginar. Por eso escribo: para que algo de lo que aprendí, a fuerza de tropiezos, le sirva a alguien más. O, al menos, para dejar constancia de que se puede vivir con todo eso a cuestas, y aun así seguir soñando.
Anoche tuve un sueño intenso, casi cinematográfico. En él, una idea me golpeó con la fuerza de una revelación. Y al despertar, supe que debía compartirla.
La idea es simple, pero poderosa: todos desarrollamos, de manera casi orgánica, ciertas fortalezas que vienen a compensar nuestras debilidades. El secreto no está en negar nuestras carencias ni en obsesionarnos por ser los mejores en aquello para lo que no fuimos hechos. El secreto está en aceptar nuestras sombras… y aprender a brillar en lo que sí.
Una epifanía, sí. Y aunque suene a obviedad, te aseguro que no lo es.
En mi caso, esa epifanía tiene nombre propio: la tartamudez. Durante muchos años fue mi cruz, mi martirio íntimo. Cada palabra era una batalla, cada conversación un campo minado. Me entrené en el arte de evitar ciertas frases, ciertos sonidos, ciertas situaciones. Y así, casi sin darme cuenta, empecé a construir puentes alternativos para llegar a la orilla del entendimiento.
La necesidad de evitar largas explicaciones me empujó a desarrollar una habilidad inesperada: la capacidad fulminante para la metáfora. Como si el alma, queriendo hablar sin trabas, encontrara atajos poéticos. Como si cada pausa forzada me diera tiempo para ver el mundo de otra manera. Hoy lo siento como un superpoder. Un don natural, instalado en mí como una app nativa del sistema operativo de mi mente. Es mi manera de transformar el dolor en belleza.
Y en esta reflexión, me permito algo más íntimo todavía: mirar con ternura a ese niño que fui, frustrado frente al espejo, intentando decir su nombre sin que se le enrede en la lengua. Quiero decirle —como quien le habla al niño que aún vive en uno— que valió la pena. Que no fue en vano. Que el silencio forzado parió una voz distinta. Más lenta, sí, pero más profunda. Más certera. Una voz que no se apura porque aprendió a decir mucho… con poco.
Ahora sé que cada tartamudeo fue un ensayo de mi alma buscando su tono.
Y si este capítulo llega a alguien que siente que su dificultad es una condena, o que su defecto lo margina, o que nunca va a poder hablar con claridad, quiero decirle algo simple pero verdadero: va a pasar. Y tal vez —solo tal vez— tu mayor poder aún no se ha manifestado del todo.
◇ Hay 12.950+ posts disponibles en http://pablomera.blogspot.com
y leo los correos enviados a mailto:tromp@hotmail.com
La vida me ha hecho creer.
No en dogmas rígidos ni en fórmulas exactas, sino en lo bueno, en lo milagroso, en lo inesperado que se planta en medio del caos con cara de posibilidad.
He aprendido que, así como la patria o la religión son construcciones personales compartidas entre quienes tambien eligen creer, también el destino feliz es una arquitectura íntima que se edifica ladrillo a ladrillo, con deseo, con dolor, con fe.
Yo he elegido construir un futuro estable, placentero, lleno de pausas suaves y descubrimientos alegres.
No porque el mundo me lo haya prometido, sino porque lo he deseado lo suficiente como para que exista.
El estoicismo puro, con su culto al aguante, no me ha salvado.
Tampoco lo draconiano, con su culto al castigo.
Ni a mí, ni a quienes amo.
Stiglitz dijo que el nivel financiero del 99% no cambia.
Y tal vez tenga razón.
Pero yo sostengo que hay una grieta en esa estadística, un margen donde lo improbable florece.
Allí habita la fuerza del deseo, la fe que no pide permiso y el milagro cotidiano de seguir creyendo en lo imposible.
Porque aunque el sistema no esté diseñado para mí, yo sí estoy diseñado para la esperanza.
◇ Hay 12.950+ posts disponibles en http://pablomera.blogspot.com
y leo los correos enviados a mailto:tromp@hotmail.com
Manual del inadaptado lúcido
No fumo, no tomo, no me drogo. No me escondo en el fútbol ni me disuelvo en multitudes que gritan goles para tapar vacíos. No corro detrás del último gadget ni colecciono experiencias de catálogo. Me cuido, sí. Pero no por moralismo: por autodefensa.
Mi único escape —si es que hay que tener uno— es pensar. Leer. Dudar. Investigar. Raspar la superficie hasta que arda. Ya sé cómo suena: elitista, solemne, insufrible. Pero no. No hay pedestal acá. Hay calle, hay piel, hay ojeras de insomnio filosófico.
Lo intenté, eh. Años jugando a ser "normal", disfrazándome de ligereza, forzando pertenencias que me apretaban como un traje ajeno. Probé la liviandad y me dio acidez. Fracaso rotundo en el arte de hacer como que no me importa.
Y descubrí que no es valentía ni rebeldía: es incapacidad para anestesiarme. No puedo no sentir, no pensar, no cuestionar. Y en este mundo que aplaude al distraído y castiga al intenso, ser así es casi un acto criminal.
Pero acá estoy. Sin atajos. Sin disfraces. Con la conciencia como única adicción.
Listo para llevar a buen puerto otro desafío.
Me llamo Pablo Mera.
Soy de Peñarol , rugbier, sangre A+ y tartamudo. Nada de lo anterior va a cambiar.
En esta vida, he tenido algunos aciertos… pero también he cometido casi todos los errores que uno puede imaginar. Por eso escribo: para que algo de lo que aprendí, a fuerza de tropiezos, le sirva a alguien más. O, al menos, para dejar constancia de que se puede vivir con todo eso a cuestas, y aun así seguir soñando.
◇ Hay 12.950+ posts disponibles en http://pablomera.blogspot.com
y leo los correos enviados a mailto:tromp@hotmail.com