
En este capítulo te comparto una reflexión muy personal sobre algo que parece simple, pero que cambia por completo mi manera de trabajar y crear: limpiar antes de empezar mi día
Descubrí que no se trata solo de ordenar lo visible, sino de practicar un “orden invisible”, limpiar lo que pesa, soltar lo que estorba y crear un espacio —afuera y adentro— que me permita enfocarme, disfrutar y sentir ligereza en mi proceso creativo.
Aquí hablo de cómo pequeños rituales cotidianos, que nadie ve ni celebra, pueden sostener todo lo que hacemos: desde el arte hasta la vida misma. Porque al final, no es perder tiempo… es ganar claridad, energía y calma.