
Este episodio es una de mis entregas más profundas. No porque sea perfecta, sino porque es real.
Aquí te comparto el momento en el que me rendí… No por debilidad, sino por confianza.
Solté el control, los ritmos ajenos, el miedo a desaparecer… Y abracé lo que mi alma pedía: espacio, silencio, verdad.
Rendirse divinamente no es renunciar, es dejar de resistirte a lo que Dios ya tenía para ti. Y justo ahí… es donde ocurre el milagro.