
El mayor paso de valentía que podemos dar es ser vulnerables, abrazar nuestros miedos y sombras, y reconocer que queremos pertenecernos a nosotros mismos en lugar de gastar energía tratando de pertenecer a otros. La vulnerabilidad es la puerta de entrada a un aprendizaje honesto y un acto de fe para comenzar a hacer todo aquello que incluso nos puede hacer sentir alejados de otros, pero que al mismo tiempo nos une y nos recuerda que no estamos solos en la búsqueda de nuestra identidad.