
La Declaración de Rio recogió algunos aspectos de su predecesora, la Declaración de Estocolmo, como exponer la necesidad de un criterio y unos principios comunes que ofrezcan a los pueblos del mundo inspiración y guía para preservar y mejorar el medio humano. Sin embargo, en esta nueva Declaración, se pudieron concretar medidas para el proceder de los Estados en este tema, de tal modo que no fuera tan ambiguo, sino que se pudiera detallar más el deber de los Estados con el medio ambiente y sus ciudadanos. Estas medidas estuvieron encaminadas en establecer una alianza mundial nueva y equitativa mediante la creación de nuevos niveles de cooperación entre los Estados, los sectores claves de las sociedades y las personas; alcanzar acuerdos internacionales en los que se respeten los intereses de todos y se proteja la integridad del sistema ambiental y de desarrollo mundial; y reconocer la naturaleza integral e interdependiente de la Tierra.