
El cacao es mucho más que una bebida: es un maestro ancestral. Durante siglos fue utilizado en ceremonias para abrir el corazón y reconectar con la esencia. Su espíritu no te desconecta de la realidad, sino que te regresa a ti: disuelve las corazas, despierta la ternura y permite que la palabra y la emoción fluyan con honestidad.
Beber cacao es recordar que no estamos solos: cada sorbo une, sana y expande, convirtiéndose en un abrazo interno que nos devuelve al centro de lo que somos.