
La oración es una necesidad básica en todo ser humano, pero en la vida cristiana es mucho más: es responder al Dios que habló primero. La Biblia muestra que fuimos creados para conocerlo y adorarlo (Romanos 1:20), y que en Jesús Dios se reveló y nos invitó a una comunión íntima (Juan 17:3; Salmo 25:14). La oración es deleite como oxígeno para el alma (Salmo 63) y también lucha espiritual para que su voluntad se cumpla (Lucas 18:1).