
En Jeremías 3 y 4, Dios confronta la hipocresía de Judá y nos muestra la diferencia entre un arrepentimiento fingido y uno genuino. A través de Josías, el hijo pródigo y David, aprendemos que Dios busca corazones quebrantados, no apariencias. Él promete: “Vuélvete a mí y sanaré tus rebeliones”.