
A veces o casi siempre nos vamos acusando sin son ni ton, vamos reconociendo de una los defectos en nosotros, en el otro, con más facilidad que las virtudes: ¿Será que todos tenemos el síndrome Delia Fiallo y queremos complicarnos la vida en cada escena? Vamos a convertirnos esa voz alentadora propia y para los demás que elogie los logros, los éxitos.
Antes decía que para ser amigo de alguien debía admirarlo, siempre veía una cualidad, quizá la rescataba entre sus defectos. Ahora sé reconocer esas cualidades en todas las personas que se acerquen a mí.